Homenaje a Arnaldo Acosta Bello
Hace veintidós años por iniciativa de la Dirección de Literatura del CONAC, que dirigía la poeta y periodista Maritza Jiménez, se realizó un ciclo de foros que recorrió parte del país en homenaje al poeta Arnaldo Acosta Bello, que desafortunadamente había fallecido en abril de ese mismo año, en El Manzano, zona cerca a Barquisimeto donde residía, en el que tenía previsto viajar a la isla para presentar su mas reciente libro Adiós al Rey, en la Feria del Libro que organicé con el poeta y arquitecto Fernando Escorcia, generosamente auspiciaba por FONDENE (Fondo para el Desarrollo del Edo. Nueva Esparta). Hoy desaparecida institución cultural y científica de la isla, patrocinada por los empresarios de Puerto Libre. Este texto que hoy se publica es parte del testimonio de esas experiencias vividas en Mérida, Barquisimeto, Caracas, Puerto la Cruz y Margarita. En esta última estación participaron los escritores Héctor Mujica, Jesús Sanoja Hernández y Gustavo Pereira, la conducción de este foro estuvo a mi cargo. Tal vez debamos volver al ejercicio de hablar de los poetas y de mantener viva la llama de la memoria, antes de que su viaje hacia el olvido sea definitivo.
Julio Bolívar
Octubre, 2018
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Julio Bolívar: Buenas noches, mi papel en esta mesa es moderar esta conversación, este tributo al poeta Arnaldo Acosta Bello, del grupo Tabla Redonda, allá por los años 60. En esta mesa se encuentran tres personalidades de la Venezuela de los tiempos en que existían grupos literarios, en donde existían utopías, en los tiempos en que existían proyectos culturales, en los tiempos que se empezó a diseñar un poco la Venezuela Contemporánea; Héctor Mujica, narrador , periodista y militante político entre otras actividades, que ha sido traducido a más de 10 lenguas, miembro del grupo Contrapunto, posterior al grupo Viernes, fue el segundo grupo literario, si pensamos en Alborada, en donde estaba Rómulo Gallegos. Esa Venezuela donde la gente se reunía y conformaban cofradías de sueños, de proyectos, de ideas, tenemos a Jesús Sanoja Hernández, fundador de la revista Tabla redonda y Gustavo Pereira fundador de la revista y Grupo Literario Trópico uno, junto a poetas como José Lira Sosa entre otros. Los tres, militantes políticos de la izquierda que resistió dictaduras y democracias representativas.
Héctor Mujica: Aquí está llegando un monstruo de la poesía venezolana llamado Gustavo Pereira, un monstruo de la poesía y del periodismo llamado Jesús Sanoja Hernández, Jesús para mí, el más grande periodista de opinión que ha dado la República de Venezuela en el Siglo XX, que ya concluye, gran poeta que oculta su poesía con el periodismo; Gustavo Pereira, yo diría mi hijo menor, es una maravilla de poeta, es un hombre increíble, desde hace cinco lustros nos está ilustrando con libros que constituyen intelecciones de la poesía venezolana, yo creo que Maritza, cuando digo Maritza me refiero a mi ex-alumna Maritza Jiménez, una maravilla, tantos años en el periodismo cultural y hoy en día en la Dirección de Literatura del Consejo Nacional de la Cultura alias CONAC, yo me siento feliz de que ustedes estén con estos dos poetas quienes van a hablar de un amigo común, un amigo nuestro, de Arnaldo Acosta Bello. Cuando Arnaldo me mandó desde Barquisimeto hasta Mérida, su último libro, yo diría que el libro póstumo, trilingüe, yo conozco a los traductores, me dije para mis adentros, Arnaldo está enfermo, Arnaldo se siente morir, Arnaldo es uno de los personajes bellos que todos nosotros hemos tenido como amigo, esta noche, en nombre de Julio Bolívar, del Fondo de Desarrollo del Estado Nueva Esparta de FONDENE, en nombre de la Dirección de Cultura del Estado Nueva Esparta, en nombre de ese amigo mío mal llamado Fucho, Rafael Tovar, Gobernador de este Estado, yo doy la palabra a estos dos grandes amigos y hermanos míos, a Gustavo Pereira y a Jesús Sanoja Hernández, no se cual de los dos va a hablar de primero, en todo caso, todos estamos convencidos de que las dos referencias verbales a Arnaldo Acosta Bello van a ser muy hermosas, con ustedes los dejo.
Muchas gracias Julio, amigos de Arnaldo Acosta Bello, hablen primero ellos porque para eso fueron convocados, para hablar acerca del rey, entonces yo voy a ser dictatorial, le doy la palabra a Gustavo Pereira.
Gustavo Pereira: los métodos persuasivos como vemos no son exclusividad de los poetas, también los cuentistas lo emplean. Queridos amigos debo pedir excusas ante todo porque cuanto en mi caso vaya a decir en relación a Arnaldo tienen, desde luego, un tinte signado por el afecto, por la amistad de muchos años, no me hubiese parecido ni prudente, ni apropiado hacer exégesis de la poesía y mucho menos de la poesía de quien como Arnaldo, tanto como escribirla la vivió, probablemente yo sea una especie de agregado en este homenaje, no así nuestro querido Jesús Sanoja, quien compartió con Arnaldo en los primeros años de la década del 60 la fundación de la revista Tabla Redonda y las actividades que desde el punto de vista literario y también político se llevaron a cabo en la Caracas y en la Venezuela convulsionada de esos años, Héctor por supuesto perteneciente a eso que algunos han intentado llamar, simplemente pienso que como una cuestión más pedagógica, generación, término al cual Miguel Otero Silva era de su afecto siempre, pero podemos decir de alguna manera, con el perdón de Miguel Otero que estamos acá representantes de tres generaciones, que compartimos con Arnaldo no solamente los sueños, sino también en muchas ocasiones, en la praxis de la vida, en aciagas y menos aciagas circunstancias.
En 1964 había yo publicado uno de los primeros libros, los otros eran cuadernos de adolescentes, que se llamó Preparativos del viaje, y fui sorprendido a fines de ese año, con una nota que escribió sobre ese libro un poeta a quien yo admiraba pero que no conocía personalmente, era Arnaldo Acosta Bello y la nota había sido publicada en una de las tantas publicaciones culturales de los años 60 que sufrieron los avatares de la represión del gobierno de Rómulo Betancourt, la publicación se llamaba En Letra Roja y era la sucedánea de algunas otras publicaciones que ya habían sido clausuradas con talleres allanados con sus hacedores hechos presos, entre ellos, el propio poeta Arnaldo Bello y entre ellos, el múltiple y varias veces director de esas publicaciones Jesús Sanoja Hernández o cuando fue el caso Héctor Mujica. En 1965 al año siguiente tuve la fortuna de conocer a Arnaldo en un encuentro, uno de esos encuentros, yo no se si el único o uno de los últimos que se llamó Festival Interuniversitario de Poesía, que se hizo en la Universidad Central en la Ciudad Universitaria, con la participación de todas las Universidades del país y donde se vivió un verdadero estado de ebullición poética verdaderamente extraordinario. Paradójicamente la poesía aflora cuando las crisis sociales abortan o insurgen con una profundidad desconocida, el nacimiento o la postrimería de un estadio social siempre genera, extrañamente, no se por qué, extraños mecanismos, genera la irrupción de enormes grupos de poetas y la participación muy activa de la gente en los mecanismos de la poesía, no solamente de la poesía, en los años 60 como recordarán muy bien mis compañeros coexistía la pintura con la poesía, el maestro Ramón Vásquez Brito que está aquí presente, exponía entonces sus pinturas , algunas de ellas sufrieron las incautaciones policiales, otras sufrieron algunos anatemas orales como el de un director de Galería que mando a descolgar un cuadro del maestro porque se titulaba Las Tetas de María Guevara, y supuestamente el título era pornográfico para la conciencia del susodicho Director, no podía entenderse sino en el marco de esos años violentos una poesía como la que publica entonces Arnaldo Acosta Bello en su libro Hechos que siempre me pareció tan extraño, digo el libro, en comparación con algunos poemas que Arnaldo había publicado en la revista Tabla Redonda, en esta revista el lenguaje de Arnaldo era un lenguaje mucho más cerca de lo lírico que de lo visceral al contrario que en este libro, digamos el segundo libro de Arnaldo pero su primero como el lo llamaba, pequeño libro llamado Hechos, publicado por las ediciones Tabla Redonda a fines de 1964, digo que no podía entenderse esta poesía sino en el marco de un país violentado, verdad, tal vez sobre esto se pudiera discutir mucho y desde luego cada quien tendrá su particular visión de esos momentos y de esos años, pero a lo que a nosotros atañe, en lo que a mí particularmente atañe, que entonces era un joven estudiante de la Universidad, esos años se diferenciaron bien poco de los años que habíamos vivido previamente en la dictadura de Pérez Jiménez, las persecuciones, los allanamientos, la represión, fue nuestro pan cotidiano, permanentemente en la Universidad Central. Durante todos esos años del 59 al 63 y más allá, el libro de Arnaldo, por eso esta poesía puede parecer distinta, pudiera parecer como una isla dentro de la obra general, dentro de los muchos libros que posteriormente publica Arnaldo, voy a leer un par de textos para que ustedes compartan conmigo ese tiempo, ese lenguaje y esos sueños el libro comienza con un texto terrible dice:
«no tengo alianzas, declaro mi aversión a los círculos, a las espirales, a las oficinas, a las policías, a los Museos, amanecí como decía mi madre deseo pelear, mi nariz anda en busca de ustedes, preparé mi hígado, mis vísceras brillan, mis castigos no existen en tratados, no están en códices, me basta el ojo, he contemplado demasiado, he esperado este momento, he callado y vuelto a callar, he perdido el tiempo, he permanecido cocodrilo en agua de zoológico, cerrando un ojo abriendo otro, mostrando dientes a distancia, he reunido en mis gavetas toda letra caída, como ustedes prefieran, libros, artículos de prensa, cadáveres exquisitos, paneles, mi cuarto está tapizado de recuerdos, catálogos, estupideces, los bolsillos rebasan de estos arenques, vuestra conversación a pasado por mi como por un cable de teléfono, mientras la espuma descendía en vasos, espiaba, parecía un águila, ahora soy esta catapulta».
Y este otro que se llama Antecedentes:
«olvidé la risa cuando tres carpinteros vinieron con clavos, martillos, mazos y cuñas, berbiquíes, cierras, escuadras y dijeron que eres bueno para lo que queremos, volví a reír cuando la policía diagnosticó exceso de vitalidad y comenzó a matar, a ahorcar, a lanzar por ventanas, a patear puertas, a no dejar dormir, a destrozar imprentas, a ofender, a calumniar, a hacer el mandado rápido, esa noche cuando hacía el amor equivoqué el nombre de ella y comencé a llorar, hubo necesidad de arrastrarme y hundirme bajo la almohada, me sobó la espalda, llegó con talco, trajo café, agua de azúcar, revisó la nevera, se puso el beibidol y cuando iba a dormir pensó es un cobarde nadie me quita esa idea».
Y este poema que abre el libro siguiente de Arnaldo que se llama Fuera del Paraíso, que se llama Me hicieron pez:
«quien me hizo pez hizo también el océano y el cielo que me duplica ambiguo y triste,
a quien le importo si me aparto de los demás,
deseo una distancia donde el silencio abra su llama,
por fin los bancos de coral,
la luz que emana del fondo
la tierra empurpurada
los capullos bajo la lámpara,
los árboles que me contaste están aquí
entre rocas monstruosas pasa un caballo con los ojos quemados de lo que ha visto,
un rayo desentierra la cabeza de un rey, se acuesta frente a sólo para mirarlo,
una vez es la abeja, otra el león y el color leonado ilumina los huevos de serpiente,
el se baña en ríos, anuncios, pájaros moviéndose en medio de ciclones,otra vez el en menos de una hora, con brazos en postura familiar que los muerto en su pirámide podrido bajo el lino con ira por la venida del polvo, día del labio sujeto majestuosamente por el nigromante no hay remedio, lamento tu dedo por culpa de la víbora y las discusiones, esta ciudad que se aparece, aquella otra que se borra, debe ser alguien que devora un cordero encima de la montaña tal vez mongol, tiene el cráneo desnudo y un cuchillo brama en el entrepecho del animal a esta hora, o que bella manada de estrellas, diría que pelean en esa playa y aquellos van muertos irremediablemente, los vivos llevan barbas y sílabas que resplandecen más allá de las bocas, ayer fue el entierro o lo conocía no importa si, basta no vamos a correr cuando hablamos de tu niñez me place oír lo que cuentas del chupa, qué tomaste, te dije que cerveza, cuál es tu sitio, vente, vente papito, la luz huele a ciruelas, el aire es codiciable, tu cabello es cobrizo y pensar que todo esto se hace en el fondo del mar, arriba se cocina, se lee un libro, pero abajo se ama y hay espacio para el gesto, caminamos con un cuchillo a la cintura, nadie nos mira y no pueden ver esta jalea tinta de besos, estos mordiscos feroces y a ti dormida en mi pecho, silenciosa y siniestra como un barco en callado».
La poesía de Arnaldo derivó después de estos dos libros iniciales, llamémoslo así, hacia un lirismo muy particular presente en sus ocho o diez libros posteriores, no tenemos lamentablemente ningún ejemplar de sus libros de alguna manera póstuma, porque recién el libro aparecido, Arnaldo murió, fue el último recuerdo que tuve de él, a mí me correspondía presentar el libro de Arnaldo en Puerto La Cruz, exactamente una semana después, después de su muerte, él me había dicho que me traía el libro y yo estaba fuera de Puerto La Cruz, cuando regreso recibí una llamada de uno de nuestros amigos pintores, el indio Hernández Guerra que me comunica la noticia terrible, Arnaldo estuvo con nosotros a pesar de que pertenecíamos a una, vuelvo a emplear la palabra con un poco de remisión, a una generación posterior, en esos años sin embargo y ha sido de alguna manera una característica de la poesía venezolana, había una unidad entre los poetas viejos, los poetas maduros, los poetas menos jóvenes, los poetas jóvenes y los poetas niños, realmente es insólito como esa unidad nos fue llevando a lo largo del tiempo que todo lo unifica a unas posiciones de las que muchos por supuesto se separaron, algunos escogieron rumbos distintos, otros seguimos en las viejas e imperecederas utopías, mientras la poesía exista la capacidad de soñar será imbatible.
La última vez que vi a Arnaldo en vida, pasó por mi casa, estuvo unos días conmigo y con sus dos hijos pequeños iba hacia el Estado Sucre, él había trabajado durante muchos años en la Universidad de Oriente, se había empleado en la época en que Alfredo Armas Alfonso era el Director de Cultura de la Universidad, Alfredo se lo llevó a Cumaná y lo empleó como redactor de un periódico de mucha calidad que se llamaba Oriente Universitario, era la época de esplendor de la Universidad, de la Universidad de Oriente, era la época en que todavía existía eso que puede llamarse una Dirección de Cultura en propiedad y las publicaciones de ese entonces contaban siempre con, sino con la Dirección por lo menos con la aquiescencia y el trabajo permanente de Arnaldo que estuvo muchos años, repito, viviendo en Cumaná al amparo de la amistad de Alfredo Armas Alfonso, eso probablemente justifique mi presencia acá esta noche, la amistad que desde los años 60 nos unió hasta la fecha de su muerte y probablemente nuestro querido Jesús Sanoja pueda ahondar en los detalles que generaron los movimientos poéticos de vanguardia que se iniciaron desde la fundación del grupo Sardio en el año de 1957, el último año de la dictadura de Pérez Jiménez, hasta la posterior insurgencia de el grupo Tabla Redonda y El Techo de la Ballena, que fueron fundamentalmente los dos grupos que en Caracas en los años 60, desempeñaron la actividad poética y artística, en general más sonada de esos años, ya eso de alguna manera es historia lo que ocurrió en esos años, ya muchos estudiosos de nuestras universidades se han encargado de situar ese ciclo en la historia de la literatura venezolana y dejo a continuación a Jesús con ustedes, gracias.
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Jesús Sanoja Hernández: Bueno, efectivamente, Tabla Redonda es un grupo cuya orientación política fue fundamentalmente izquierdista, marxista y su credo poético totalmente libre, abierto y sin prejuicios y para decirlo de alguna manera está a mitad de camino entre dos extremos: uno el del grupo Contrapunto que es un grupo de la postguerra que nos tocó a nosotros levemente y donde confluyeron diferentes tendencias estéticas, sin que hubiese una unidad y una homogeneidad en el terreno del arte como lo fuera ensayar por intermedio de esa confluencia todo lo nuevo que se estaba debatiendo en el mundo, entre ese extremo y el otro que vienen a ser los grupos epigonales de los años 60 que corresponden al Techo de la Ballena el mayor de ellos LAM, SUBTERRANEO, En HAA, etc., de donde van a provenir excelentes poetas y narradores como José Balza y Carlos Noguera, entonces Tabla Redonda está situado entre esos dos extremos y viene a ser un grupo literario que expresa la misma sensación cismática y de estremecimiento y cambio que se había producido en 1909 con el grupo Alborada al ser liquidado el castrismo y emergen como una esperanza que resultó frustrada la posible democratización a través de Juan Vicente Gómez y como lo fue a la muerte del General Gómez y nuevamente en la creación de otra zona o expectativa de esperanza en 1936 el grupo Viernes y como lo fue después del hecatombe mundial de 1939-1945, nosotros emergimos justamente después de la caída de la dictadura de Pérez Jiménez y éramos alimento ya suficientemente digerido por el vientre de esa dictadura, pues todos, absolutamente todos los que pertenecimos a Tabla Redonda habíamos sido apresados varias veces, algunos de ellos como Arnaldo Acosta Bello y Darío Lancini fueron enviados al campo de concentración deltano de Guasina y luego a la cárcel nueva de Ciudad Bolívar y después al exilio, los otros, habíamos, después de pasar por las cárceles, ido en errabundés por México donde también fueron a dar José Vicente Abreu, Lancini y Acosta Bello, o ,a Francia donde fue a dar Manuel Caballero y de donde provenía un Español de apellido Fernández-Doris que fue fundador del grupo o Guédez que fue a dar a Brasil, de manera que, todos absolutamente todos habíamos pasado por una experiencia carcelaria, algo que nos diferenció en el tono sentimental y una cierta patología estética respecto a Sardio y a su descomposición o fragmentación ruptural que fue El Techo de la Ballena, puesto que estos en su mayoría también izquierdistas, generalmente no habían pasado por la experiencia carcelaria o del exilio y habían hecho en la Facultad de Derecho una especie de refugio estético, de bunker para el lanzamiento de lo que fue el grupo Sardio en 1957, la mayoría de los fundadores de Sardio eran estudiantes de Derecho que se habían amancebado en la liturgia de la poesía y de la narrativa en el eterno confluir dentro de los pasillos de la Facultad, con ligeras excepciones de alguien que pereció antes de tiempo como Gonzalo Castellanos que provenía de Arquitectura.
Bien, se nos planteó a nosotros cuando nos reencontramos en Caracas, venía Rafael Cadenas de Trinidad, venía Manuel Caballero de Europa, venían Acosta Bello, Lancini y Abreu de México, ya yo estaba aquí, como expresar lo que la vida política nos había cortado, puesto que nosotros debimos haber emergido el año 48-49 y 50 como efectivamente lo intentamos hacer parte de ese grupo en 1950 con la revista Cantaclaro, revista unigénita en la que participé yo, participó el poeta Rafael José Muñoz, ser extraordinario dentro de la poesía, participaron los dos Sucres, Guillermo Sucre, ahora un octaviano pacifista y José Francisco Sucre Figarella, a más del camarada Jesús R. Zambrano de Monagas y alguien que derivó después hacia la política, Acción Democratista, Miguel García Mackle, pero esa revista fue incautada y al igual que Válvula, la revista generacional del 28, fue como decía Joaquín Gabaldón Márquez, «unigénita», no tuvo sino un solo número, entonces nosotros sentíamos la necesidad de, un poco postergados, de salir a flote el año 58-59, tanto con más razón cuando alguno de nosotros nos habíamos negado, durante la dictadura en los momentos de libertad, a participar en las revistas oficiales como la Revista Nacional de Cultura, e incluso habíamos renunciado al Papel Literario de El Nacional, donde habíamos expuesto los primeros criterios y artículos en vista de un incidente que hubo entre el Director del Papel Literario que era nuestro protector y profeta Juan Liscano y la directiva de El Nacional, entonces habíamos renunciado a eso, de allí nació, en las primeras discusiones, en las discusiones fundacionales de Tabla Redonda una especie de presentimiento de que nosotros íbamos a ser una generación Sándwich, emparedada, entre una situación vivencial comprimida obturada, oscura, como los diez años que habíamos gastado en la lucha contra la dictadura y algo que se nos venía presagiosamente anunciado por el triunfo de la revolución cubana y de esas discusiones que tuvimos en el bar restaurant el Olímpico a 20 pasos de donde vivía yo, y a menos de donde vivía mi amigo Héctor Mujica la Quinta Piedra que había heredado nada menos que de Mariano Picón Salas.
Bueno, surgió una pequeña nota en el primero y segundo número de Tabla Redonda, donde hacíamos anotación del drama que estábamos viviendo nosotros, que no habíamos podido aflorar como afloraron los de la generación de los 40, en medio de una democracia y desarrollarse en medio de una democracia, o como los que han surgido en los años 70 en los talleres literarios, en el grupo Tráfico y Guaire sino que nuestra misión era una especie de maldición y de diabolismo que nos estaba acechando, pues bien, esto que se dijo allí, en ese editorial, lo iba a llevar después a una novela José Vicente Abreu, Toma mi lanza bañada de plata, como epicentro, como corozo existencial de uno de los personajes, del personaje principal que viene siendo el propio José Vicente Abreu, que escrita esta novela después que Abreu, dentro de la democracia que había llegado a construir, fue víctima de él, al ser llevado preso junto con el hermano de Acosta Bello, el Teniente Octavio Acosta Bello, por razones del carupanazo a Ciudad Bolívar y ser condenado a cuatro años y medio cuando ya había pasado otro tanto bajo la dictadura, entonces él, al salir pone ese drama para explicar que el personaje entregado al ron, al descoyuntamiento interno, dice, «es que nosotros fuimos una generación Sándwich», dice el personaje y eso mismo es lo que dice, no se si lo traje por aquí, Moisés Moleiro que fue un hombre prestado del intelecto a la política, con una gran vehemencia y luminosidad, es uno de los hombres con mejores conocimientos literarios, pero se dedicó fundamentalmente a la política, entonces un artículo sobre Acosta Bello, que no lo traje, que se llama «La generación emparedada», reproduce esta idea y la sitúa justamente en Acosta Bello, bueno, ese fue el drama de lo que podríamos llamar nuestra generación, que yo prefiero llamar promoción o grupo, puesto que los lazos son muy cortos como para clasificarlos de generación.
Dentro de ese grupo Acosta Bello fue, siempre lo he dicho, el sensorial, el hombre adueñado y acosado por los cinco sentidos, frente a algunos con espíritu analítico como Manuel Caballero, otro con un espíritu de ascesis, de autoemolamiento de búsqueda espiritual continua, con un temperamento como sosegado por los tiempos que es Rafael Cadenas o frente a Darío Lancini que fue su coyunda, su llave, de Acosta Bello, que era un hombre de una imaginación, o lo es, floreciente, donde se alterna la búsqueda intuitiva con una precisión matemática increíble, es autor de unos poemas palindrómicos, cancrinos, es decir, cancrino viene de cangrejo y el cangrejo camina hacia atrás y en esos poemas yo hice un trabajo sobre ese poemario Oír a Darío, que si ustedes leen el título al inversa es igual oír a Darío, oír a Darío, superando un record en ese tipo de palíndromos que lo tenía la revista Vuelta de México, con seis u ocho versos Darío llega a tener, incluso no solamente en poemas sino en piezas dramáticas y en varios idiomas palíndromo literatura cancrina que llegan a los 30-35 líneas, renglones y usted comienza desde el final y termina en el comienzo y a la vez viene desde el comienzo y llega al final y es lo mismo una vez me dedicó uno a mi, lo perdí, eso no está escrito se llamaba «A Jonás», Sanoja al revés y terminaba Sanoja y en el texto todo era también inverso, después inventó, y todo esto lo gozaba su doble, su doble opuesto que era Acosta Bello, esos eran inseparables hasta la muerte son inseparables porque este libro de memorias es un libro hecho prácticamente a través de Darío Lancini con cartas de Darío Lancini que vivía en Varsovia durante siete años y que se lo llevó allá por una temporada y que después se lo llevó a Grecia, cuando estuvo Antonieta Madrid en la Embajada en Grecia. Bueno, escribió los poemas bifrontes que es algo increíble también, dos textos poéticos con una misma masa fonética o fónicas pero que la lectura es totalmente en sentido distinta, entonces tiene dos poemas dos columnas de poemas y lee éste y el sonido es igual, todo el fonetismo es igual pero la estructura sintáctica es diferente y adquiere otro significado, uno de sus poemas se llamaba «Un atardecer en Atenas» cuando allí estaba él, y entonces la otra versión era «Una tarde serena en Atenas» era la otra lectura.
Bien, Acosta Bello fue el sensorial del grupo no por casualidad su primer empleo cuando llega del exilio que no encontraba nada, él era maestro graduado en El Maco, fue Inspector de Mercado Libre y le encantaba ese puesto así como Darío era el primer pintor de murales del Instituto Venezolano del Niño junto con Luis Luksic y hacían las pinturas en El Silencio hicieron una, en el 23 de Enero hicieron otros murales, etc., etc., y ambos gozaban con ese tipo de oficio donde había un contacto permanente con el pueblo y con la calle, en Acosta Bello era porque todo él era color, fragancia, exotismo, frutas, gastronomía y el mismo momento en que estaba en eso que podríamos llamar o lo que llamaba el vientre de París en los mercados populares, pues se iba a lo que era la elegancia del momento en materia de especies y de alimentos exóticos que era el Frisco del cual tiene un relato no sé si publicamos en Tabla Redonda, muy hermoso porque un repaso de todas las cosas extrañas y a las especies que habían ahí en Frisco, todo eso lo ligaba él a la sensualidad y a la sexualidad, tocaba con la yema de los dedos y era un erotismo perfecto los ruidos en ese poemario que vienen de la calle o del vecino, son parecidos pero en sentido opuesto a los que en el Valle de Mérida, el Valle grande, se refugió él que ya eran ruidos en la noche de grillos y movimientos de fantasmas, todo eso lo llevó a él mismo meterse a cocinero, a Chef y montar un restaurancito en Mérida llamado «La Montaña Mágica» y él era el que cocinaba y el que atendía, a mí me llevó a esa casa de noche, gozó porque no había luz en el Valle y entonces era con velas y que había el vecino que le estaba echando brujería porque creía en cábalas, brujerías y estas cuestiones de que le amarraban el destino etc., etc., era un tipo que lo reflexivo, lo logisista, lo racional entraba muy por debajo de toda esa explosión emocional y sensorial que era en realidad su masa conformante, bueno eso fue culminación, era el que descubría los restaurantes, todavía existe por cierto allí bajando de Altamira donde hay un montón de talleres mecánicos, descubrió unos trinitarios que tenían comida trinitaria, vamos a comer calalú, etc., etc., entonces todo eso lo llevó a poesía y por donde quiera que iba descubriendo restaurantes, covachuelas, algo que incitara sensorialmente, bueno, Arnaldo, cuando se produjo la huelga del transporte ya nosotros teníamos, la huelga del transporte fue en enero del 62 que fue un año de grandes conmociones porque vino en mayo El Carupanazo y en junio vino El Porteñazo y en septiembre-octubre vino la crisis de los cohetes en Cuba que tuvo repercusiones al decretar a Apure en estado de emergencia, en ese momento el jefe del Destacamento Móvil de la Guardia Nacional era Octavio su hermano y entonces se presentó con Lancini a mi apartamento y dijo: vamos que va a estallar un golpe con motivo de la huelga de transporte; que fue un movimiento inmenso en toda Venezuela, espontáneo como lo fue el 4F, pero extendido por todo el país porque comenzó en San Cristóbal y tuvo repercusiones en las ciudades principales del país entre ellos en Caracas hubo muchos muertos y entonces realmente había una conspiración militar que se iba a ligar a ese golpe y entonces le habían otorgado a Octavio Acosta Bello como jefe del Destacamento Móvil de la Guardia Nacional El Calvario para controlar lo que era la zona de El Silencio y al macho Vargas que era hermano de un camarada, de una camarada la esposa de Núñez Tenorio que era el jefe de moto blindado le habían acordado todo lo que era la zona de El 23 de Enero y el antiguo dos de diciembre, de manera que eso estaba conectado, nosotros fuimos nos encontramos con Octavio, nos dieron una armas y llamamos al macho Vargas por teléfono y entonces dice no va nada de esto, bueno esto se iba a encadenar porque allí José Vicente Abreu que era también íntimo de Acosta Bello estaba conectado con Octavio para lo que iba a ser El Carupanazo
Eran ediciones populares, logramos en los últimos números incorporar a todos los grupos existentes, para el momento eran siete que cada uno figurase ya en el Comité Directivo, etc., pero aquí viene o esto va de anécdota, nos fue a visitar una vez Arnaldo, donde se tiraba el periódico en la esquina de Caja de Agua, en el edificio Vanguardia, porque allí teníamos de corrector de prueba al poeta Ángel Eduardo Acevedo, que había pertenecido tangencialmente al grupo pero que era íntimo de nosotros y Acevedo si Arnaldo era sensorial Acevedo era nefelibata como le decían a Vicente Gerbasi, es decir andaba entre las nubes y entonces venían bajando por la Cámara Agrícola, una casa que quedaba cerca de la esquina Altagracia muy bella, y ahí había un viejo que siempre tenía un loro puesto aquí y un paltó negro más o menos de 1900, llamado el viejo Brand que era presidente de la Asociación Agrícola, pero en la cámara se habían infiltrado conspiradores, entre ellos Adelis Maldonado que trabajaba como secretario allí y van pasando y ven el zaguán y me dicen mira que casa tan bella, mira y aquellos pájaros y eso, vamos a ver, vamos a conocer la casa, entonces en eso llegó la Digepol a allanar la Cámara Agrícola para llevarse a los conspiradores y se los llevaron a ellos dos presos, entonces yo decidí sacar, ya había terminado Tabla Redonda con doce números, vamos a sacar otra vez a Tabla Redonda y lo imprimimos allí, el último número de Tabla Redonda, desfasado en dos o tres años y le dedicamos la última página al poeta Acosta Bello preso y ahí tuve yo una expresión frente a uno que había sido amigo nuestro, un periodista colombiano, uno de los tres indocumentados periodistas que llegaron aquí a finales del perejimenismo Luis Buitriago Segura, los otros dos eran Plinio Apuleyo Mendoza, ahora nos califica de idiotas, él era uno de ellos, uno de los idiotas y García Márquez, esos eran los tres, pero Buitraguito se había pasado al oficialismo y estaba trabajando en lo que es la OCI hoy y entonces yo escribí una nota, yo dije «que el colombianito Fedón se queda esperando porque no le vamos a pedir la libertad de Acosta Bello, nosotros mismos vamos a trabajar por ella», bueno eso fue, lo llevaron a la penitenciaría de San Juan de Los Morros al poeta Acevedo, los Capriles que tenían una campaña anticomunista, terrible, se enamoraron de Acevedo y le dijeron que se fuera a trabajar con ellos a la Cadena, le daban todas las facilidades, pero el poeta Acevedo, quien además era enemigo del trabajo como muchos poetas, se negó a hacerlo, bueno Arnaldo que trabajaba en la Dirección de Cultura de la Universidad ya para ese momento, decidió dar un golpe de tuerca en su vida y emigró con Armas Alfonso a la UDO, la UDO apenas tenía seis años de vida en ese momento y ahí estuvo trabajando en el periódico Oriente Universitario y también en la revista, era una revista extraordinaria que después estuvo a cargo Benito Iradi, allá hizo grandes amistades, en Cumaná entre ellas además de Armas Alfonso la de Civrieux y la de Benito Iradi, amistad que continuó con a Benito se lo llevó Andrés Velásquez para que fuera Director de Cultura en el Estado Bolívar, ahí pasó unos seis años y entonces después decidió también otro golpe topográfico y existencial y paso al extremo antípoda, se fue a Mérida, la ciudad que mejor lo acogió, fueron sus días de meditación, de grandes amistades, por ejemplo con el clan Vzinetar como los llama él y allí la actividad fue más intensa la obra reflexiva, aquí nació este libro entre de memoria y de ficción nacieron los libros fundamentales de Acosta Bello y ya a partir de 1986, cuando casi el corazón por infarto se lo lleva de este mundo, fue una crisis terrible desde el punto de vista clínico porque quedó con 20% de corazón y desde el punto de vista existencial también porque ya andaba con nueva mujer y la mujer era profesora en la Universidad de Mérida, en Latín, Griego y Literatura de esos dos países y quería ir a Grecia, esa fue su aventura, se fue con su mujer a Grecia, como los padres de la mujer vivían en Barquisimeto y quedaron separados ellos dos después de una ruptura, él se vino con los hijos a vivir a Barquisimeto porque allí estaban los familiares de Laura Cracco y eso explica que los últimos años de su vida hubiesen sido en Barquisimeto, todo esto lo recuenta estos paisajes terrenales, estos paisajes geográficos a la vez se convierten en la poesía y en los libros de Acosta Bello en paisajes sentimentales, en paisajes existenciales emocionales, en Mérida se encumbra dentro de la reflexión, acodado entre el frío y el Valle grande, había sido calenturiento y sensorial en Cumaná, en Barquisimeto y el Valle del Turbio, seco y árido, en búsqueda de otras cosas, y en Europa pues deleitosa porque viajaba por los libros como por su propia vida, los recuentos que hacen Darío y él, en su estadía en Polonia y en su estadía en Grecia, son maravillosos, les quedó frustrado un plan que era ir a Alejandría, ciudad con la que habían quedado seducidos después de leer en El Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell , bueno fue una figura maravillosa de, a plena vida, toda la poesía resuma y suda lo que es él, es una excreción, una excresencia de lo que fue el vitalismo de Acosta Bello, con una palabra muy lúbrica que también lo era él, con una sexualidad algunas veces alucinante que le metía miedo a uno y que le brillaban los ojos, bueno y tal como vivió murió, yo digo que no se lo llevó la muerte el 86 y le dio de plazo una década más de vida, pero ahora como dice él en su último poemario, este libro que estás leyendo, este libro continuará, aquí no se ha terminado nada, es decir que lo que le quitó la muerte o lo que cedió la muerte, diez años de vida, ahora él se los está cobrando porque en menos de dos meses se han hecho cinco, seis actos y ha empezado a despertarse un interés sobre lo que fue su vida e irá quedando y en eso estamos, gracias.
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Julio Bolívar: Bueno, después de este reportaje oral, por el periplo de Acosta Bello que nos acaba de narrar Sanoja Hernández, este intenso periodista y poeta escondido, Jesús Sanoja Hernández que tiene un excelente libro llamado La mágica enfermedad, que se editó en la ULA creo, en la colección actual y otros poemas sueltos que hemos visto por ahí en los periódicos recientemente por cierto, quisiéramos oír a Héctor Mujica para cerrar este periplo, de un ciclo de lectura que era la presentación del último libro publicado de Acosta Bello Adiós al Rey, se debe al entusiasmo también de Maritza Jiménez que lleva la dirección de literatura del CONAC (Disuelta en el año 2008 y sustituido por el Ministerio de la Cultura) y a las instituciones que desde Caracas hasta Mérida, cierra este viaje, en homenaje a Acosta Bello.
Héctor Mujica : Julio muchas gracias, yo realmente me siento impresionado cada vez que oigo a estos dos hermanos míos, a Gustavo Pereira uno de nuestros más exigentes poetas, uno de nuestros grandes poetas de este siglo y a este monstruo de la inteligencia que se llama Jesús Sanoja Hernández, Jesús es un monstruo, él no tiene la culpa de ser monstruo, María Eugenia se lo dice, pero María Eugenia no se lo dice como se lo digo yo, yo le digo monstruo de la inteligencia, María Eugenia le dice monstruo de la vida, que es distinto, yo quiero mucho a este par de camaradas, quiero mucho a todos mis amigos, quise mucho a Arnaldo, y yo que estoy en el medio del siglo y ahora en las postrimerías de este que se acaba dentro de cuatro años, me pongo a pensar de que yo vengo desde Alborada hasta Contrapunto. Contrapunto es la mitad del siglo, después vienen estos, bandidos todos, bandidos como yo, todos revolucionarios, todos marxistas, tratamos de hacer, tratamos de crear, tratamos de construir un mundo nuevo, una nueva nación, un nuevo país, no lo logramos, yo logré si, unos siete días de torturas, día y noche que me han dejado con estos huesos famélicos, logré también prisiones cuando Pérez Jiménez, una huelga de hambre cuando Betancourt y encontrarme por primera vez en la vida, gracias a mi hermano Rafael Tovar, de ser gobierno, una cosa espantosa, no sabía que vaina era esto, sino no hubiera venido, esto es lo más horrible del mundo, la burocracia es un monstruo que corroe al país, tiene razón Teodoro Petkoff, no sólo hay que acabar con más de 500 mil empleados públicos que hay que sacarlos, el gran empleador del Estado Nueva Esparta es la Gobernación, el gran empleador de Margarita es la Asunción, mil bichos hay, sobran 600 y Arnaldo Acosta Bello hubiera estado de acuerdo pero conmigo en este predicamento, yo me he quedado muy preocupado con las palabras de Gustavo Pereira y con ese extraordinario reportaje de Jesús Sanoja Hernández, pienso en que Sanoja vino, Orlando Araujo, José Vicente Abreu, ahora Arnaldo Acosta Bello, Ludovico Silva, tantos que se nos han muerto, yo digo que nuestra literatura, nuestra creación literaria en la última década nos ha dejado abandonados en este mundo venezolano a unos cuantos sobrevivientes, somos nosotros entre ellos los cuatro que aquí estamos, me siento muy triste oyendo hablar a Gustavo y a Jesús, me siento muy triste de saber que hemos dejado algunos camaradas, algunos compañeros de letras y de vida, compañeros de letras y de vida en el San Carlos, en la cárcel modelo, en Guasina, en San Juan de Los Morros, en la Seguridad Nacional, en El Paraíso de Caracas y luego en la Seguridad Nacional, en los Cabos muy cerca del Teatro Teresa Carreño, yo realmente me siento conmovido esta noche, yo digo, y no es un decir solamente, que de Gallegos y Alborada, de Don Pedro Emilio Coll y de Cosmópolis, a la gente de Contrapunto, grupo que liderizamos los benjamines del grupo, Andrés Mariño Palacios, mi compañero sacrificado por la esquizofrenia y Héctor Mujica, donde estaban Antonio Márquez Salas, Humberto Riera, perdonadme pero también tengo que nombrar algunos fallecidos Rafael Pineda, yo me encuentro en el altamar de la vida, aquí frente al Mar Caribe, me encuentro esta noche muy triste, que ría, y que los Ludovico, los Abreu, los Acosta Bello, nos dijesen a todos nosotros esta noche, viva la vida, porque de la vida somos y no somos de la muerte, gracias.
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Julio Bolívar. Valencia, Venezuela, 1954. Editor, gerente cultural, ensayista y poeta. Profesor de castellano y literatura egresado del IUPB. Cursó estudios de Maestría en Literatura Latinoamericana en la USB. Fue coordinador de extensión del Instituto Universitario de Artes Plásticas «Armando Reverón», director ejecutivo de la Fundación Museo de Barquisimeto y director editorial de la Fundación Biblioteca Ayacucho. Fundador, miembro del comité editorial y coordinador ejecutivo de la revista Cuadernos Nuevo Sur (Sudaca). Dirigió la revista literaria Maltiempo, fue editor de Libros El Nacional y además fundador de Sellos de Fuego Editores. Ha publicado los libros: Lectura y censura en la literatura para niños y jóvenes (1995), Gestión cultural y patrimonio (2001), Lo bello y los útil de Lara (2004). Su obra poética figura en las antologías Mirar la distancia, así como El libro de Adrián. Ha publicado los libros de poesía: Catálogo (1998) y Corazones de paso (2012). Recibió el II Premio de la Bienal de Poesía «Rafael Rodríguez Boquillón» en 1986 y el premio de la II Bienal Nacional de Poesía «José Rosa Acosta» en 2017 por su libro Tocar la puerta.