Antología de la poesía antigua de América

Selección e introducción Alberto Rodríguez Carucci

 

Ofrecer una antología de textos de la América indígena antigua, siempre impondrá –como en cualquier selección− riesgos de las más diversa índole, pues en última instancia la muestra siempre quedará sujeta, en alguna medida, a las limitaciones y alcances del antologista, especialmente en los que se refiere a preferencias, gustos e intereses incidentes en su labor. Todos estos riesgos se acentúan, sin embargo cuando se trata de poemas, pues estos se encuentran entre los materiales más polémicos, tanto en lo concerniente a su valoración literaria como en formas de registros culturales pues no han escaseado quienes descalifican esos textos situándolos fuera de toda consideración artística, omitiendo –voluntariamente o no− los numerosos testimonios de recepción positiva que debemos al padre Sahagún, Cristóbal de Molina, Garcilaso Inca de la Vega y Guaman Poma de Ayala, entre otros, hasta llegar a los contemporáneos (Garibay, León Portilla, Barrera Vásquez, Sodi, Jesús Lara, etc.), testimonios éstos en los cuales se hace reconocimiento de excepción a la producción verbal de los indígenas americanos antiguos. No carece pues de sentido la pregunta que hacía el poeta José Martí en su artículo «Autores americanos indígenas»:

«¿cómo pudiera ser, dado que la literatura no es otra cosa más que expresión y forma, y reflejo en palabras de la naturaleza que nutre y del espíritu que anima al pueblo que lo crea; cómo pudiera ser que, contra la ley universal, no tuviera la literatura indígena las condiciones esbeltez, armonía y color de la naturaleza americana?»

 Aunque los relatos míticos, cantares, representaciones coreográfico-teatrales de aquellos aborígenes hayan atravesado complejos procesos de evolución, tienen en muchos casos proyecciones en el presente indígena, a pesar de las tensiones y cambios que sufrieron como consecuencia de los contactos culturales, a menudo fuertemente desiguales para desventajas del sector aborigen. Hoy, como en el pasado, las expresiones literarias de los indígenas americanos siguen siendo diversas como y abundantes, a la vez que son representativas de formas de vida y pensamiento, de maneras de sentir y valorar el mundo que, quiérase o no, transmiten modalidades del conocimiento humano recogido en la palabra y la memoria, ya sea esta oral, escrita o conservada mediante otros recursos de fijación. Al fin y al cabo, como apujtaba el historiador español Cépedes del Castillo «no sería justo –y menos en esta era audiovisual y casi ‘postalfabética’ en que empezamos a vivir− que olvidásemos las fuentes no escritas». En vísperas del V Centenario de la llegada de los europeos a nuestro Continente, con la cuan se dio inicio al proceso de conquista y colonización, tanto en América como en el Viejo Mundo se ha incrementado el interés por los más diversos aportes culturales de los aborígenes americanos a la humanidad. Sin entrar a considerar las motivaciones de fondo de ese hecho, en Europa hay cierta disposición abierta para conocer las perspectivas asumidas por los indígenas frente a la dominación, mientras que en América parece crecer también cierto interés por los valores intrínsecos de las culturas y civilizaciones autóctonas, resulta insoslayable, en particular si se desea tener una percepción más equilibrada del contacta euro-americano. Es en este orden de inquietudes esta muestra de poemas aborígenes antiguos que ofrecemos en esta ocasión.

A. R. Carucci

:

:

Poemas Nahuas

 

 

Enigma de vivir

No es verdad que vivimos,
no es verdad que duramos
en la tierra.
¡Yo tengo que dejar las bellas flores,
tengo que ir en busca del sitio del misterio!
Pero por breve tiempo,
hagamos nuestros
los hermosos cantos.

 

 

 

 

Sed de inmortalidad

Me siento fuera de sentido,
lloro, me aflijo y pienso,
digo y recuerdo:
Oh, si nunca muriera,
si nunca desapareciera…
¡Vaya yo donde no hay muerte,
donde se alcanza victoria!
Oh, si nunca yo muriera,
si nunca desapareciera…

 

 

 

Poema de la conquista

Con suerte lamentosa nos vimos angustiados.
En los caminos yacen dardos rotos;
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.
Gusanos pululan por calles y plazas
y están las paredes manchadas de sesos.
Rojas están las aguas, cual si las hubieran teñido,
y si las bebimos, eran agua de salitre.

Golpeábamos los muros de adobe en nuestra ansiedad
y nos quedaba por herencia
una red de agujeros.
En los escudos estuvo nuestro resguardo,
pero los escudos no detienen
la desolación.

Hemos comido panes de colorín,
hemos masticado grama salitrosa,
pedazos de adobe, lagartijas, ratones
y tierra hecha polvo
y aun gusanos. . .

 

(Tomado de un manuscrito de 1528, este Poema quedó incompleto, pero es representativo de la visión de la conquista española en la poesía náhuatl. Traducción: Angel María Garibay).

 

:

Poemas Mayenses

 

 

Kay nicté, canto de la flor

La bellísima luna
se ha alzado sobre el bosque;
va encendiéndose
en medio de los
cielos donde queda en suspenso
para alumbrar sobre la tierra,
todo el bosque.
Dulcemente viene el aire
y su perfume.

Ha llegado en medio
del cielo; resplandece su luz
sobre todas las
cosas. En todo buen hombre
hay alegría.

Hemos llegado adentro
Al interior del bosque
Donde nadie mirará
qué venimos a hacer.

Hemos traído la flor de la Plumeria
la flor de chucum, la flor
del jazmín canino, la flor de…
Trajimos el copal, la rastrera cañita ziit
y la concha
de la tortuga terrestre.
También el nuevo polvo de calcita
dura y el nuevo
hilo de algodón para hilar;
la nueva jícara
y el grande y fino pedernal;
la nueva pesa;
la nueva tarea del hilado;
el presente del pavo;
nuevo calzado,
todo nuevo,
inclusive las bandas que atan
nuestras cabelleras
para tocarnos con el nenúfar;
igualmente el caracol zumbador
y la anciana (maestra). Ya, ya
estamos en el corazón del bosque,
a orillas de la poza en la roca,
a esperar que surja la bella estrella
que humea sobre el bosque. Quitaos
vuestras ropas, desead
vuestras cabelleras;
quedaos como vinisteis aquí
sobre el mundo,
vírgenes,
mujeres mozas…

 

(Cantar 7. El libro de los cantares de Dzitbalché. Traducción del maya: Alfredo Barrera Vásquez).

 

Canción de la danza del arquero flechador

Espías, acechador que andas cazando por los montes,
una vez, dos veces,
vamos a cazar a orillas del bosque
en rápida danza, hasta tres veces.
Alza bien tu frente,
Alista bien la mirada,
no hagas errores
para que alcances tu premio.
¿Tienes bien afilada la punta de tu dardo?
¿Tienes bien enastada la cuerda
de tu arco, has puesto buena resina
de catzim en las plumas
en la punta de vara de tu dardo?
……………………¿Has untado bien
grasa de ciervo macho
en la fuerza de tu brazo, en la fuerza de tu pie,
en tus rodillas, en tus gemelos,
en tus costillas, en tu tórax, en tu pecho?

Da tres vueltas rápidas
Alrededor de la columna de piedra pintada,
ahí  donde está atado el viril
hombre joven, virgen,
inmaculado.
Da la primera, a la segunda
toma tu arco, ponle la flecha,
apúntale al pecho, no es necesaria
toda tu fuerza
para asaetarlo, para no
herirlo profundamente en sus carnes,
para que sufra un poquito,
así lo quiso el dios
Bello Señor.

Cuando des la segunda vuelta
a la columna pintada de azul,
cuando la des,
fléchalo de nuevo.
Tendrás que hacer esto
sin dejar de danzar, porque
así lo hacen los buenos guerreros,
los hombres escogidos
para darle bondad
a los ojos del Señor Dios.
Todo lo dan los escuderos peleadores.
Así como asoma el sol
sobre el bosque del oriente,
comienza
del arquero flechador
el canto.

 

(Cantar 13. El libro de los cantores Dzitbalché. Esta versión: Demetrio Sodi M.).

 

:

Poemas Quechuas

 

 

Bella princesa

Bella princesa,
tu propio hermano
es quien destroza
tu cantarillo.

Y de este modo
retumban truenos
y caen rayos.

Y tú, princesa,
mandas tus aguas
en fresca lluvia.

Y algunas veces
granizo envías
y a veces nieves.

El que nos crea
y nos gobierna,
dios soberano,
este destino
te ha concebido
y así te ordena.

(Historia de los Incas, de Blas Valera. Traducción del quechua: Jesús Lara).

 

 

Canción doliente

¿La desventura, reina,
nos separa?
¿La adversidad, princesa,
nos aleja?

Si fueras flor de chinchercoma,
Hermosa mía,
en mi sien y en el vaso de mi corazón
te llevaría.

Pero eres un engaño,
Igual que el espejo de agua.
Igual que el espejo del agua,
me ilusionaste en vano.

¿Dónde estás,
con mi amada
pasé siquiera de velada?

La desunión que nos impone
tu madre desleal
durará hasta la muerte.
El rechazo de tu padre
nos sumirá en la tristeza.

Tal vez, mi reina, pronto
nos veamos
si el dios, gran amo, lo permite.
Acaso él mismo
tendrá después
que unirnos.

Cómo el recuerdo
de tus ojos reidores
me sumen en la tristeza
cómo el recuerdo
de tus ojos traviesos
me enferma de nostalgia.

−Basta ya, mi rey, basta ya.
¿Dejarás que mis lágrimas
lleguen a colmar
tu corazón?

−Derramando la lluvia
de mis lágrimas
sobre las kantutas
y en cada quebrada
te espero, hermosa mía.

 

(De El primer nueva crónica y buen gobierno, de Guaman Poema de Ayala. Traducción: Jesús Lara).

 

:

Poemas Guaranies

 

 

Ñanderúarandú (el primer hombre)

La primera mañana,
como una garza hiriendo con sus alas la piedra,
amaneció volando sobre el mundo
desde la noche antigua hasta los hombros
del Gran Padre.

Ñanderuvusú pasó la mano
sobre el plumaje de la claridad,
y cubriéndose el rostro
con la espuma naciente de la primera mañana,
llamó a su lado al Hombre,
al primer Hombre, al Abuelo.

………ÑanderúMba’ é Kua’ á,
………Manderú-Arandú,
………Dima Ñanderuvusú-ndie

………(Nuestro Padre que todo lo sabe,
………Nuestro Padre que siente el tiempo,
………ya está con el Gran Padre).

−Tú eres el primer hombre;
en ti comienza el tiempo,
y así como eres el principio
también eres el fin.

−El último hombre
tendrá tu mismo rostro,
tu misma edad,
tu misma boca llena de preguntas…

La voz de Ñanderuvusú
llenó el mundo de grandes suspiros.

Ñanderú-Arandú

−el hombre que siente el tiempo, el primer Hombre−
sintió bajos sus dedos deslizarse
las vértebras suaves de su edad,
como una tenue fiera
que le lamía los pies
coméndoselos casi sin sentirlo,
como la cerrazón come las piedras.
Subido en la rama más alta del árbol más alto
Buscaba la faz Ñanderuvusú
Con sus ojos opacos,
pero solo podía ver el gran sol de su pecho
de donde el día manaba a borbotones
resplandecientes.

Porque así como Ñanderuvusú
solo  en la oscuridad aparece,
Ñanderú-Arandú, hijo de la claridad
solo en el día muestra su presencia.

Ñanderuvusú, con su silbido,
llamó a los animales y a los pájaros,
que pasaron trotando y volando,
buscando su color, su propio grito, sus manchas
sus guaridas, sus árboles, sus distintas violencias.

Y en la orilla del mundo,
arropado en vapores azules,
el Gran Tigre primitivo
de cielo y fuego,
dormitando los miraba pasar. . .

Ñanderú-Arandú, sin poderlo evitar,
volcó su primera pregunta en las manos
del Gran Padre Brillante:

−¿Cómo eres, Ñanderuvusú,
cómo es tu rostro?

Ñanderuvusú hizo entonces el agua,
no dijo nada,
pero los árboles y las montañas y las nubes
empezaron a mirar su tamaño
desde lo alto a lo bajo en el agua.
Cuando Ñanderú-Arandú
se encontró con su imagen
se puso a temblar, y temblando
miró nacer con la noche,
en el lugar de su rostro en el agua
la luna de ojos verdes y mansos.

 

 

Nacimiento de kuñá (la mujer)

Vestida de agua, con su anillo de agua,
con su pecho de arena pero adornada de agua
la tierra en su soporte
de cuatro grandes vientos estelares
comenzando a girar se fue embutiendo
en su pellejo trémulo
de animal verde
recién amanecido.

Todo ya estaba hecho pero aún
el Gran Padre Brillante deformaba y formaba
estambres y plumajes, direcciones, semillas,
con manos impregnadas de cigarras
en el zumbido musical de sus gestos profundos.

Alzando más la voz:

Yayahú vaerá kuñá
……..(−Ahora debemos encontrar a la mujer
……….  .  . la dueña de la fecundidad).

Ñanderú-Arandú
bajando los ojos hasta el barro,
ignorante de su sabiduría pregunta:
−¿Dónde? La mujer no está aquí.
¿Tal vez detrás de ti,
o bajo algún inmenso pájaro que la empolla
como un huevo de nácar tostado por la noche?

Y el Gran Padre le dice:
−No: la mujer está aquí,
sumergida en el agua,
transparente como el agua,
como el agua llorando alegremente,
sin que la sientas tú. . .

−Esperarás que caiga la oscuridad,
despertarás este cachorro
cuya arcilla mojada
puse a secar bajo la luna,
y en el fondo hallarás a la mujer.

−Mirándola en los ojos,
que  aún ven correr sus venas de agua
en lo más hondo de su sueño,
la abrazarás, la enredarás ardiendo
en tus caricias, hasta hacer que despierte
por la hendidura de su vientre roto y florido…

Ñanderú-Arandú, por la noche,
destapó la vasija de arcilla.
Color de tierra y agua, medialuna morena,
se le apoyó en el pecho la duermiente temblando,

y él yaciendo con ella
la fecundó como un gran río
que entra en una selva gorjeante,
hasta que poco a poco,
ella quedó despierta y solitaria,
y él inmóvil, al lado, con su inútil carbón
de hombre
quemado en su llama olorosa.

 

(Versión de Augusto Roa Batos)

 

:

 

Antología de la poesía antigua de América fue puplicada dentro de la colección Separtata del Departamento de Literatura de la Dirección Central de Cultura de la Universidad de Carabobo en 1992. La selección de los textos así como la nota introductoria de este trabajo fueron preparadas por el profesor de la Universidad de los Andes Alberto Rodríguez Carucci. Se respetaron los tiempos verbales y la terminología de la edición de 1992. 

Contenido relacionado

POESIA

Tribu

Gabriela Kizer

Archivo

introduzca su búsqueda