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Faunánima

13 abril, 2020César Panza

Cristina Gálvez Martos

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Estas presencias animales aparecen cada noche en nuestros sueños urbanos. Como invitaciones de la imagen, pueden llevarnos fuera de nuestro confinamiento humano (…) Nosotros, en nuestra receptividad a las presencias animales que vienen a nuestros sueños, somos chamanes menores, chamanes de menor magnitud.

James Hillman, La cultura y el alma animal.

 

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En cuanto á la forma, le dio la más conveniente y apropiada á su naturaleza; porque la forma más conveniente á un animal, que debia encerrar en sí todos los animales, sólo podia ser la que abrazase todas las formas. Así, pues, dio al mundo la forma de esfera, y puso por todas partes los extremos á igual distancia del centro, prefiriendo así la más perfecta de las figuras y la más semejante á ella misma.

Platón, Timeo.

 

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fauna nocturna

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babosa

Alguien quiso echar sal sobre tu cuerpo
para que te hicieras líquido en el pavimento.
Alguien posó su bota sobre tu cuerpo blando,
te lanzó a las aguas sucias de la ciudad,
tiró de la cadena y bajaste, girando.
Solo buscabas una casa
Solo eras lenta y apacible,
silenciosa como ninguna criatura.

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polillas

Veremos cómo está hecho el cuerpo delicado de la polilla.
Un gusano suave y liviano. Adentro del cilindro mullido, una serie de compartimientos, habitaciones mínimas que contienen las funciones de la digestión, la reproducción, y algún tipo de pensamiento.
Está toda recubierta de una pelusa de durazno plateado. Tres pares de patas, antenas que son perfectas plumillas: con ellas consagra e invoca a ciertos espíritus, en una dimensión de susurros.
La polilla es del polvo, se cría en los desfiladeros del recuerdo, devora palabras desechas y perdidas. Con eso engorda y se convierte en un ser que espanta. La polilla trae mensajes de otro mundo, carcome las compuertas del futuro y del pasado.
También se alimenta de cereales y de harinas. Preferimos ese tipo de polillas, blancas y con las alas muy juntas, que en su vida de alacena no irrumpen en nuestra paz.

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fauna solar

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hora de pájaros

Me encontraron otra vez los pájaros, con los ojos abiertos
esos alegres enajenados
chirriando más allá de la ventana
no sé qué celebran a esta hora
estarán encontrando gusanos
que llevan moribundos en el pico
–progenie de pequeños criminales–.

Se va preparando el día,
dorándose como una torta.
Ojalá estuviese siempre así de crudo,
de real, despeinado y con lagañas,
sin haberse inaugurado las palabras
las cortesías las moscas, los medios de transporte.

Ojalá fuese siempre hora de pájaros,
esos absurdos que no van al trabajo.
Esos seres limítrofes del día,
displicentes con los trasnochados.

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la araña

La araña, en el rincón secreto, en su atalaya de cal de la pared de mi casa.
La araña sigilosa conoce nuestra ausencia: los rayos de sol que penetran por la ventana sobre la cama lisa y vacía, los ruidos de agua y trastes de la vecina, el sueño apacible de nuestros gatos.
La araña con patitas de hilo, bailarina curiosa, frágil como los pensamientos del día, espíritu doméstico que todo lo escucha.

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cabras

Parecía que los árboles daban cabras. Porque todas se subían a las ramas y balaban. Eran árboles musicales de cabras, como los hay de pájaros, de gallinas, de murciélagos.
Estos eran árboles de cabras. Algunas tan blancas como un pueblo nevado.
De pupilas rectangulares, cabras que caían tiesas del susto, que reían con las niñas locas y saltaban de alegría.
Desafiaban la gravedad, ascendiendo por pendientes verticales.
Chagall las pintó volando, sobre fondos azules de sueño.
Cabras desobedientes, magas de su danza. Les decían tercas, locas, les decían malas.

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fauna del crepúsculo

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vaca

Ojos de enormes canicas tristonas.
Piel y mugido musgosos, lengua y dientes que degluten el pasto.
Manchas tan oscuras como los ojos: lustrosas, evocan un lago negro, son aquello oculto de la vaca.
Bondad o mansedumbre para dar la leche dulce, llevar al pecho la campana tintineante de animal lunar.
Recuerdo de la vaca en el mantel de encaje blanco donde se posa el vaso colmado.

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peces de pecera

Entre dormidos y despiertos, reposan geométricos escalares, dorados de brillantes redondeces, se hunden hasta el hondo cementerio de las piedras, danzan una colectiva soledad.
Sueñan el cielo, la tierra por caminar. Sueñan el sol imposible y lo desean.
Cofres lujosos, orgánicas preguntas escapan de sus bocas.
Cada pez es un mundo, un universo leve de ojos abiertos, incluso cuando duerme
que apenas nos percibe, de tan lejos.

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peces de la selva

Los peces voraces deben dejar la selva, huir de la violenta Amazonía, dejar sus gritos ahogados en ríos de sangre, su tierra de cantos de avispas.
Ya se marchan en fila india, mostrando los dientes afilados, las comisuras bajas, y el destierro atravesado como el espinazo.
No hay vuelta y lo saben. Acaso dejarán sueños devoradores, una capa de resentimiento flotando en las aguas, un tambor que algún día recuerde sus nombres. Cuando la maleza haya cedido y la vegetación abra sus ramas; cuando la tierra excavada se avergüence; cuando las tarántulas sufran de pánico en las noches; cuando los infiltrados revelen los secretos; cuando una flauta escupa el ave maría; puede que se esconda entonces, todavía, el murmullo de los peces en el fondo, una última voz de guerra.

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fauna – flora

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mantis

A Caneo.

Lo que maravilla de la mantis es su figura femenina y vegetal. Su anatomía: las pinzas con que sujeta y deglute. La fricción musical de sus élitros. La frialdad del gesto analítico y la red azul de los ojos.
Y el purísimo espíritu de clorofila pálida, que abriga más allá, en el ala, una suavidad de mariposa.
Interior de virgen madre, criatura-cristal que observa, con ciencia y precisión, el mundo circundante.

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monarcas

Ineffabile Nomen Rerum Initium.

La monarca pertenece a un reino más elevado. Cayó derechita de un rayo de luz. Un ángel oscilante, naranja y negro.
El huevo transparente da a luz una larva. Tendrá que mudar sucesivas pieles, hasta ser oruga suave, gomosa y colorida. Luego, tejerá una bolsa de seda, para dejarse caer y permanecer en la nada, durante diez días.
La mariposa no resucita al salir de la crisálida, porque lo que emerge es un ser completamente diferente. Se trata de un proceso alquímico: la oruga muere pero permanece viva, se le añade otro pedazo de alma.
Son en total cuatro estadios, cuatro procesos con sus transformaciones intermedias: Huevo, Larva-oruga, Crisálida, Mariposa. Cuatro estaciones, cuatro elementos, cuatro vientos y cuatro fases lunares. El cosmos se mantiene en pie, apoyado en cuatro puntos.
Para los budistas y los shaolines, el naranja es el color de la transformación.
El Tetrad simboliza a Dios. Millones de retazos de luz descienden a los templos.

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algas

Finísima película que hace flotar las cosas en la superficie del agua. Secreción de las flores. Allá abajo el vientre de animales curiosos, espejismos que resbalan entre lodo, luz y sombra.
Opacidad que inunda. Quizá me lave junto a otros guijarros (frotándonos todos, canción de criaturas lisas y oscuras) y quedemos frescos, retozando cerca de tu entrada. Quizá me quede hundida en la transparencia. O suave, sostenida sobre tu velo.
Y allá abajo un vientre donde cerrar la boca para siempre y mirar, mirar como los ahogados pálidos que vienen a la orilla algunos días: enloquecer como esas cabezas nacaradas que sólo sirven para mirarte.

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Cristina Gálvez Martos. Caracas, Venezuela, 1987. Poeta, traductora y escritora. Posee estudios en letras y en gestión cultural. Ha publicado Psicopompa (Premio de Autores Inéditos, Monte Ávila, 2013) y Bicorne (Mención honorífica en el VI Concurso Nacional de Poesía, 2015). Sus textos han sido parte de diversas antologías editadas en Latinoamérica, Italia y Reino Unido. Se ha desempeñado dictando talleres literarios. Con el libro Faunánima, Gálvez Martos resultó ganadora del concurso de poesía de la Casa Saúl Ibargoyen edición 2019.

La obra que ilustra este post es una obra del artista venezolano Víctor Contreras Rivas denominada «Salta, ya aparecerá el piso», serie La Dictadura del like.

Etiquetas: Cristina Gálvez Martos, Faunánima, Inédito, Poesia, Poesía venezolana, Venezuela, Víctor Contreras Rivas
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