La bucólica canción

Damián Salguero

 

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En 1883, Carlyle observó que la historia universal es un
infinito libro sagrado que todos los hombres escriben y leen
y tratan de entender, y en el que también lo escriben.
Jorge Luis Borges, Magias parciales del Quijote
Qué triste es el cansancio cuando se hunde la tierra en
plegaria y cuando el grito desnuda la garganta.
Eduardo Cote Lamus, Este julio cansado
We shall not cease from exploration
And the end of all our exploring
Will be to arrive where we started
And know the place for the first time.
T.S Eliot, Little Gidding. The four Quartet

 

 

Y todos tan bellos, siendo nubes coloridas y escribiendo poemas de amor.
Me quedo sin tema mientras espero a los muchachos salir detrás del alba. Escarbo en un baile improvisado las formas, pero se me caen y me digo ¡qué mierda! Las liebres están teñidas de cenizas lloramos su muerte occidental. Y luego en los siglos tomamos café porque que más se hace. Ya no hay noches dicen los muchachos sacudiéndose los primeros rayos del sol, ellos rezan mientras yo cavo en la tierra, cavo noche y día, día y noche construyendo recuerdos, cavando algo parecido a mi tumba y mirando hacia arriba preguntándome cuándo vendrá la lluvia para matarme a besos, pero en Agosto no llueve y vemos arder los valles[1] y vemos arder los páramos[2], y vemos arder las montañas[3] y vemos arder los océanos[4] y vemos arder las ciudades caucanas[5], pero algunos me dirán que el Cauca o los padres no existen, que nuestros padres están muertos o ausentes o llorando por sus propios padres ausentes mientras nos abandonan.

¡Cuánto drama en este mundo! Ya no hay ganas de llorar mis señores, quiero más bien reír a carcajadas mientras caminamos por los valles andinos, y bailar en la nata de guarapo, un taita me miró a los ojos y me dijo usté está enfermo, se le han hinchado las manos de tanto escribir poemas de amor, de tanto arar las nubes y pescar en el río de los lugares comunes metáforas viejas de viejos poemas de tierras viejas.

Todos tan bellos, me dije, esos chicos morenos riendo mostrándome los campos floridos que siembran en su piel calcinada. Toco sus pieles, blandas rocas históricas, y toco la dulce voz de las muchachas misak, pero ellos me odian, ha de ser por mi actitud, porque hablo mucho, y les digo vamos a pastar, llevemos nuestros miedos a las altas llanuras caucanas, y gritémosle al eco, amor, amor ven a mí y el eco dirá, amor, amor ven a mí. Reiremos niños, acostados sobre la hierba, leyendo en la luna diurna poemas primitivos escritos por solitarios meteoritos que perdieron el rumbo de sus infinitas vidas, y veremos desde Totoró, cómo arde el Cauca, los miedos a lo lejos pastan y pastan y se emborrachan, algunos hablan mezclando el nasa, el castellano, el ñanrik, el latín y otros miedos cantan mezclando los milenios y los llantos y las risas, más acá los miedos se pierden así mismos cuando sacan machetes y las jóvenes morenas nos traen comida, atrapo sus voces en mis manos, no sé si es lluvia o si es un sol caucano derretido como el jugo de la caña cuando espesa. Y los niños pastores del miedo me ven aturdido y ríen y corren, quiero darle a cada niño mis huesos para que construyan sus viejos templos y recen a sus dioses, y a mi dios católico, los muchachos me miran con rabia porque no hablo su lengua. Los comprendo. Al irse las muchachas dejan un rastro de tambor en el aire. Queremos bailar pero los muchachos ahora duermen bajo un sol que les tuesta los ojos.

Yo, despierto, cavo, fabrico agujeros, algunos dirán que cavo tumbas, pero no mis niños, hago huecos, cunas terrenas para dulces mares minúsculos, el taita me dice usté tiene una enfermedá adentro, un animal extranjero, un sol negro atravesando su pecho ¡qué cosas! Cavo sol a sol, cavo mientras cenitales duermen sobre el pasto. Las lindas niñas de pálida dorada piel me temen y me aman, ellas detrás de las lomas nos observan y me ven cavar. Las niñas doradas hablan de Tacue, el niño fuerte que desvía los ríos, o de Ulcue que sabe cantarle a los maizales para que florezcan, o de Quintin que sabe cabalgar las nubes y producir las lluvias de octubre y hace crecer las amapolas, y las niñas tímidas ríen. Ellas tejen coronas con los espigos de la quinua, y las adornan con fresas y habas con duraznos de monte y ollucos, tejen capaz con líneas rojas y negras rombos volcánicos para que los muchachos en su espalda carguen los andes.

Los niños despiertan cuando el sol envejece. Miran los hoyos que hice, pero no les importa, las niñas vestidas de violeta y sus sombreros colgados en el viento bajan las lomas y coronan a cada muchacho, ellos cargan la historia botánica en sus cabezas, los muchachos bailan y cada paso es una oración contando la historia del planeta.

Yo los miro y quisiera bailar también pero esa danza es más vieja que yo, esa historia pertenece a un mundo de piedra agua musgo florecido caminos borrados por maleza. Los niños descuidan los miedos y el taita alarga su sombra como queriendo atrapar mi sombra y mi sombra entera se enraíza en las altas montañas y ambas sombras forman un gran ojo ciego llamado el sol, y los muchachos bailan bajo ese ojo.

Los miedos escapan.

Cada muchacha escapa con un muchacho y se resguardan bajo los guamales, donde los muchachos reciben su primer beso, las muchachas muestran sus senos y los muchachos ven una profecía en los pezones:

Ven en los pezones lagos y estrellas bailando, y se ven a ellos mismo gritando en los barrancos: amor ven a mí y el eco responde, amor voy a ti. Luego los muchachos se lanzan de los barrancos buscando el amor eterno pero lo único que encuentran es una sombra blanca devorándose a sí misma.
Las niñas sonríen y dicen que una sonrisa puede salvarte la vida. Las niñas huyen riendo y los muchachos vuelven a sus puestos.
No hay miedo gritan. ¿Adónde han ido? Pastan ya no en los páramos.
Caen ya no en las montañas.
¿Dónde escondieron los miedos?
Nuestros padres matasanos, por miedos en los peñascos perdidos, por miedos en la ciudad muriendo.

Vi los niños llorar. Cabalgamos los lugares comunes de sus lágrimas y luego ellos dijeron:

Miedos nuestros que están en la terrena cara del cielo, vengan a nosotros sea tu regnum est, hágase la voluntad del viento.

Los niños luego de orar se calman, hacen hogueras que el cielo se bebe. Es el atardecer, dice uno, los niños cantan:

Una tortuga se transformó en el macizo porque confundió el atardecer con un coral pacífico, la tortuga se volvió tierra y su corazón pura estrella de agua donde nacen los ríos del mundo.

Anochece y los miedos vuelven a pastorear cerca de nosotros. Bailamos contentos, esta vez, todos juntos. Tacue pregunta por los huecos que hice. Los miedos duermen y detrás de ellos, las ciudades caucanas encienden su pelaje adjetivado. Tacue sonríe. Hacemos más hogueras para calentar la noche y hablamos de antiguos dioses mutilados y de sus tumbas. Los muchachos con su piel tostada fuertes ríos de tierras morenas. Hace frío, es verdad, todo, cerca al fuego toma una dimensión diferente. Hablan de un nuevo dios que llegó y asesinó los antiguos dioses, pero que ahora vendrá otro dios y asesinará al que asesinó los viejos dioses.

Los muchachos ya no quieren pensar en eso y duermen. El taita me dice que beba la medicina y le digo que no, que yo en realidad estoy bien. Las ciudades caucanas apagan su pelaje. Mientras duermen los muchachos los llevo hasta las cunas terrenas que cavé de sol a sol. Los niños se transforman en lagunas rojas en esas fosas de amor, cada uno de ellos pierde su nombre, cada uno de ellos deja de ser un muchacho que baila para transformarse en laguna.
Los muchachos lagunas atraen tristes estrellas suicidas que han decidido ahogarse en esta alta montaña. Duermo, al despertar ya no hay muchachos ni estrellas, hay retoños de frailejones que esperan ser bautizados en medio de los rebaños, de las muchachas que los buscan loma arriba y loma abajo y gritan sus nombres sus voces dulces son ardor en la piel, los muchachos son faunas del mundo personal de algún dios niño y caprichoso.

El páramo es mi pastor,
Gloria a su voz de agua
Gloria su verde espesor de niebla.
¡Los muchachos son niebla! Y las muchachas extienden sus brazos para atrapar sus besos ¡qué belleza!

Algunas muchachas se plantan frente a los peñascos y juran volverse montañas, volverse picos donde los climas polares habitaran hasta el fin del tiempo, hasta que los muchachos vuelvan con sus nombres a pastar los páramos y jurar amor a los altos cielos, todo su amor. Los muchachos ahora son ríos infestados de truchas que saltan y en el aire se transforman en arcoíris y metáforas.

Los miedos se quedan solos, a la deriva, en las altas lomas, rezan y beben licor, invaden la maleza y se instalan en la piel de las piedras. Miedos visten de verde miedos huyen de la minga y se refugian en las tabernas donde descuartizan a los campesinos, miedos inician guerras buscando a los muchachos que ahora bajo la tierra entregan sus ojos a las estrellas. Muchacha ciega y de ojos verdes se toca los senos y piensa en la luna. La hermana llora por muchacho que se ha perdido. La niña de verdes ojos ciegos toca las lágrimas, muchacha se acerca a hermana y dice:

Tacue se fue, miedos solos quedaron arrasando pueblos, invadiendo ciudades caucanas, solas dejándonos en los campos, llanuras solas quedaron, fresas mueren, papas florecen y mueren, aguas caen e inundan estos floridos llanos de amor. Ulcue no camina entre nosotros, y no habrá más bailes para celebrar la vida, quisiera bailar. Muchacha india de ojos verdes abraza a hermana y dice:

Hermana, yo extraño también a Lama, extraño su regreso, extraño pensar en sus días celestes, antes de irse Lama me robó los ojos y díjome, volveré y te regalaré un campo de caléndulas para que duermas y admires la simetría de las nubes, te regalaré los inmensos campos de Toribio para que construyas un imperio, te devolveré la vista –dijo Lama-. Nos casaremos en el mes en que el cielo se incendia, comeremos carne y beberemos licor, y te enseñaré a bailar hasta que cansada caigas en mis brazos, olvidaré tus ojos que han mutado nuestra historia, iremos de iglesia en iglesia profesando la llegada de un nuevo dios que será tu piel de oro, ¡niña de ojos ranas! Te regalaré un futuro que no dependa del pasado ni del presente, serás una reina que morirá entre las montañas. Pero un día Lama se sumergió en las lagunas y se transformó en una estrella.

Afuera padre mata puerco.
Afuera madre prepara la leña.
Hermanas afuera recogen flores.
Adentro y afuera todos lloran.

Padres sobre el dintel de la puerta ponen cabeza de puerco para que la muerte se sienta halagada, y entre y no llore la desaparición de jóvenes muchachos con la piel de quinua. Negros vestidos bailan solos en la sombra.

Ahora los muchachos son lagunas escondidas entre las montañas que alimentan la niebla.

Yo me voy, dejando atrás las altas lomas caucanas. El taita me dice, lo has hecho de nuevo, has escrito la historia sepultando el futuro.

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Notas:
[1] Los valles terrenos
[2] Los páramos terrenos
[3] Las montañas terrenas
[4] Los océanos terrenos
[5] Las ciudades caucanas no son terrenas, son espuma y luz y son ciudades de tintas y atardeceres son ciudades donde todo arde y la vida parece ser siembra, o una aliteración rítmica de nubes, o un suicidio constante e inconsciente de la vida, perdónenme señores jurados, tengo adentro tanto amor y tanta tristeza a veces que me pongo como me pongo, y pienso en un poema que camina por calles de otras calles, y de tiempo que nunca entendieran que ya pasaron y vemos la ciudad crecer y devorar los dientes de león y tomar té en los ríos secos. Perdón en serio me pongo a veces tan así.
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Damián Salguero. Pereira, Colombia, 1996. Poeta. Artista multidisciplinar.

 

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