Miedo y temblor en Florida

María Dayana Fraile

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Salimos del estado del venado muerto, el ojo atravesado por astillas de mediodía

salimos con violetas en la boca y piedras en el estómago para soportar el peso del aire

cruzado por la complicada respiración del cielo

Salimos forrados en papel de aluminio de la marca aquella que siempre se desbarata entre
las manos -cuando coloqué el recorte sobre la bandeja, algunas chispas del papel
aparecieron flotando en la penumbra del asiento trasero.

Salimos del estado del venado sacrificado

salimos de la ciudad de la autopista de cinco horas

salimos de los pedazos de carne de venado….de los pedazos de carne de mapache….de los
pedazos de carne de liebre

mutilada

esparcida

la piel corroída por el asfalto

y la química de un infierno de pinos

el estado de Sheetz

de pan con capicolla envuelto en plástico

de ensalada de papa en contenedores desechables

de la nieve sucia

y el agua con corola de cenizas

Salimos del estado de los pinos de cuatro lados

pinos de cuatro lados

como aquel origami que hacíamos cuando estábamos en el colegio

el que abríamos y cerrábamos

uno, dos, tres, cuatro

ese con puntos de colores que se abrían con el movimiento de las manos

No puedo recordar las instrucciones del juego

tampoco recuerdo lo que significaban los puntos.

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ii

Patibulario, patíbulo.
El bosque oscurece en mis manos como un juego de sombras y conceptos. Serpiente
renacida en una carretera interestelar,

con estrellas de crema batida y gritos quebrados y puré de batata resplandeciente.

Como pronunciar Polaris y recorrer 434 años luz de distancia mientras escarbas en el
jardín.

Érase una vez una velocidad de astronómicas distancias que arrancaba la piel de la
memoria o una insolación de arena y conchas de mar o un diálogo entre espíritus
atemporales.

La navegación celestial es sencilla si usas una máscara de venado- lo escribiste en las
pirámides solares y te programabas en recuerdos nocturnos y tragedias oníricas de
sombreros de fieltro.

La historia y esa seducción melancólica regida por las cenizas, el tiempo como relicario
de la pura subjetividad perceptual o las ventanas de un bungalow en Florida.

También, lo notaste en la televisión, notaste la pista de aterrizaje y las líneas misteriosas.
Las líneas misteriosas, la visión quebrada que te guarda.

Estoy rodeada de pinos uniformes, todos con tres almas.

Paniqueo.

Yo no tengo tres estómagos. Tengo cinco para rumiar las horas en una habitación
traspasada por el murmullo plástico de las persianas.

Mi mirada se estrella
contra
la sombra
de los pinos.

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iv

Recorrió su frente como un lápiz de punta afilada

dibujó un ciervo

en claroscuro

dibujó

una

liebre sin hocico

dibujó

un sofá en el que podía dormir después de la fiesta

dibujó

un

ciervo

sangrante

rojo

en la carretera

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vii

Algunos tuvieron un susto de muerte. Suspenso rosa,

Floto en la playa mientras pienso que «Mariana» es el punto de mayor profundidad en el
océano. Suspenso. Esto es una ciudad de videos y no una de discos quemados. No en
vano Tampa, por un tiempo, fue la capital del death metal y la comida cubana.
Intercambiamos signos toda la noche. Nadie lo había hecho tan horrible en la historia de
las lámparas de techo. Era una forma de hieros gamos,

un matrimonio sagrado con un bombillo roto,

los antiguos habitantes de mi país usaban guayucos, tiras de tela que oprimían la carne y
que, al tensarse, generaban rollos en la piel. Por eso es una novedad comprar en Brooklyn
(salvo por el control de cambio de la moneda nacional). La estética de la colonia consistía
en tirarse sobre una cesta de ropa limpia, no obstante, los indios reelaboraban la moda
europea con sus tinturas naturales, llevaban las líneas de un saco pintado sobre el pecho
durante un desfile solar. Terapia correctiva. Regeneración con remotos y únicos
paralelismos.
Camino de imperfección, el hombre dormido en el estómago de la ballena. Corsario solar,
esqueleto de luz,
destellos de vértebras modernistas esta hamaca en el jardín.
La historia es el despliegue de la temporalidad de la idea. El pliegue de la memoria
corriéndose sobre todas esas palabras.
relicario conceptual
o ritual de sílabas quebradas.
Para ser un chamán tienes que morir primero, tienes que hacer un sacrificio. Vestirte de
algodón. Perder una parte del cuerpo para recuperar la memoria. Disco duro del alma del
mundo
.
Comprar varias prescripciones de ansiolíticos y quesos de triple crema.
Luego, tienes que regresar de la muerte. Es una tarea difícil, son demasiados pasos, es lo
que explican los antropólogos.
Puedes perderte. Caminas entre las nubes y eres un collage de enunciados, figuras,
recuerdos o una línea del recuerdo que se perfiló en un rastro genético. Bruma. A veces
fuiste una cosa puesta a la orilla de la playa, un souvenir, y hasta una estatua para tomarse
una foto.
Un fondo de otra cosa,
no sabías de qué.
Los turistas tampoco lo sabían,
solo caminaban a tu alrededor
como perdidos.
Tal vez eras el pirata gigante del Paseo Colón,
un pirata de cerámica que tenía amarrada a la cabeza una pañoleta roja con lunares
blancos. Una estatua pintoresca que recordaba a calamares fritos y hasta un souvenir
corriente de ningún país.
Un raspado de hielo seco
o todo ese dolor del granizo
un no lugar

en realidad,
-te lo tengo que decir finalmente-
te parecías más a las muñecas colgadas en los árboles de las diosas lunares. Pero tú
estabas en Puerto la Cruz y solo tenían hilos de plástico,
esos hilos que son para pescar, nada extravagante como pinos o cordones de cortinas de
telas costosas o hasta una cuerda corriente.
Una bolsa de plástico negro.
Cuando no hay bosques se procesa otra clase de economía simbólica,
la sombra
creadora
ha terminado diseñando para mí
un corset espiritual.
decadente, me encanta la palabra decadente,
a veces,
solo a veces
conservas una foto, sostienes una chaqueta blanca no sabes porqué,
hace tanto calor.
Tienes alredededor de cinco años.
La bahía dibuja buques petroleros y gaviotas sucias.
Se trata de una foto familiar,

la familiaridad de la arena enceguece,

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ixx

Lo finito y sus delicias,

angustia, veneración y terror.

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Maria Dayana Fraile
. Puerto La Cruz, Venezuela, 1985 . Licenciada en Letras por la Universidad Central de Venezuela. Obtuvo una maestría en «Hispanic Languages and Literatures» en University of Pittsburgh. Su primer libro de cuentos Granizo (2011) recibió el Primer Premio de la I Bienal de Literatura Julián Padrón. Su cuento «Evocación y elogio de Federico Alvarado Muñoz a tres años de su muerte» (2012), recibió el Primer Premio del concurso «Policlínica Metropolitana para Jóvenes Autores». Escritos de su autoría han sido incluidos en distintas muestras de narrativa venezolana como, por ejemplo, en la Antología del cuento venezolano de la primera década del siglo XXI, editado por Alfaguara, y el dossier de narradores venezolanos del siglo XXI editado por Miguel Gomes y Julio Ortega, publicado en INTI. Revista de literatura hispánica.

Miedo y temblor en Florida es el título de esta muestra de poesía inédita remitida por la escritora, Maria Dayana Fraile,  a nuestra redacción.

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