Preguntas que me hago mientras estoy dormido

Fabricio Gutiérrez

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Preguntas que me hago mientras estoy dormido

Un niño pasa corriendo por el camino
que conduce al psiquiátrico,
muy cerca de donde estoy acostado tomando una siesta.
¿Quién será ese niño?, me pregunto en mi sueño.
Y con la pregunta cambio de postura
a una en la que estoy con la cara al cielo.
Soy yo, me respondo.
Ahora, con la respuesta, soy parte
de las flores que crecen en la espesura
y junto con ellas, soy recogido para regalo
por las visitas que llegan al psiquiátrico.

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Ángulo

El árbol de donde te caíste de niña y te rompiste una pierna
es un árbol grande y se hizo más grande
gracias a esa rama de la que resbalaste. Esa rama
en la que ahora se paran todos los pájaros del mundo a cantar
y que desde cualquier ángulo puede ser vista.

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La tercera mano

Tienes tres manos
y una es de cuando eras niña. Y sigue ahí,
sosteniendo cosas que te gustaba
en ese entonces sostener.
Esa tercera mano es la que sigue arrojando
piedras al agua. La que sigue
recogiendo nidos del suelo.
Tienes tres manos, y una –la más pequeña–
es la que sostiene el peso de las otras dos.

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Lugar abierto

Duermo profundamente.
Pero en la imaginación de alguien llego en bicicleta,
me bajo y sigo de pie.
Después de un rato, llego a un lugar
en el que ya no necesito ser imaginado por nadie
y por decisión propia sigo adelante.
Hay mucho diente de león alrededor.

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Virtud

Mi virtud es una sola
y consiste en contemplar por los demás.
Me refiero a que al mirar atentamente,
digamos, un gorrión herido,
también lo contemplan con mis ojos
mis padres, mis hermanos,
incluso, mi mujer.
Y todos ellos, dentro de mí, se conmueven.
Esa es mi virtud. Contemplar por todos ellos.
Por todos los demás.
El mundo ve a través de mí
un gorrión herido y se conmueve.

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Colmillos

Viene un ciego a mirarme,
es decir, a sentir con las manos
la energía que me rodea.
“No tienes más de cuarenta años,
eres de complexión física delgada
y tu sueño más recurrente es que tienes colmillos”.
Eso dice saber con solo acercarse un poco.
“Eres hijo único. Tus hermanos
fueron comidos de pequeños
por los cerdos salvajes de la colina
un día que tu madre los dejó acostados
cerca de una mata de canola”.
Lo escucho hasta el final:
“Cuando duermes adquieres la cualidad de la nieve.
Tienes en la cara huellas de alguien
que pisó con fuerza”.

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La manzana

Sostengo en mi mano una manzana.
Tengo hambre. Mucha hambre.
La manzana es lo único que he podido conseguir en todo el día.
La manzana representa mi última esperanza. Una última oportunidad.
Pero no soy el único que tiene hambre,
el niño de la colina lleva varios días sin comer.
Sin dudarlo, le ofrezco la manzana.
Conforme la come, yo voy desapareciendo.

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F.

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Fabricio Gutiérrez
. CDMX, México. Estudió Filosofía y Letras en la UNAM.  Es autor de Escuela de levitación (2020), Las cartas de amor que no alcanzaron a escribir mis muertos (2021), y Mapa con niebla, mención honorífica en el II Premio Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press 2021. Su libro Rastrillar la zona fue el ganador de la cuarta edición del Premio de Poesía Centrifugados Pueblo de San Gil (Cáceres, España).

La obra que ilustra esta publicación fue realizada por la artista venezolana Alba Izaguirre 

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