Respecto a «Mercancías»

Robert Rincón

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«No solo de pan vive el hombre, sino de toda representación gráfica que sea decodificada por el mismo hombre». Esta sería una de las apreciaciones que en algún momento compartí con César Panza, disertando sobre el resultado del libro Mercancías (2017) y las posibles analogías con el libro Mercaderes (2012). Nuestras búsquedas sobre espiritualidad, historia e identidad eran afines; el planteamiento del código, del cómo representar el mensaje, palabra y signo con nuestro modo de pensar, eran las marcas distintivas de cada uno.

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Ya que el hombre, proseguí en el diálogo con César, vive por y para el código, así como nuestros antepasados dibujaban en una cueva un animal para ser cazado o ser exaltado por su captura, el hombre actualmente vive para cazar y exaltar el código, pequeño dios resemantizado en marcas y monedas, tal cual el siglo XIX en condiciones de esclavitud, donde el hombre gozaba de valor para el trabajo, pero desvalorizado como humano; concordamos, Robert, dijo César mientras me entregaba un corte de hoja brillante con un acentuado código de barras como diseño central del marca libros. Nos reímos, puesto que Mercancías ya era otro objeto en la cadena de consumo, sin embargo, con énfasis del autor en que fuese un objeto que entrara en la cadena de uso y no en la de intercambio mercantil, fetiche o demás conductas propias del consumo.

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Mercancías, un libro elaborado en comunidad puesto que las preocupaciones del poeta sobre el ideario estético del conjunto de textos que conforman el libro era compartido, claro está, manteniendo la distancia propia de las intenciones de su autor. El resultado, la obra, se inserta dentro de la poesía carabobeña como una propuesta estética irreverente a la tradición lírica regional, esta última, marcada por la naturaleza exterior vuelta en paisaje interior; la economía del lenguaje y la conflictividad del sujeto con su propio entorno, entre otros. Y esta es una de las cualidades más interesantes de Mercancías, su notable distancia de tales supuestos.

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La contraparte, en cuanto a la economía del lenguaje, se refleja en un cuerpo textual con piezas de larga extensión, llenas de ritmos y atmósferas que emulan, en cierto sentido, a los sonidos de la producción fabril, siendo la factory el rasgo identitario de la modernidad regional o, como otrora fuera conocida la ciudad natal del poeta: «Valencia, ciudad industrial». Observemos un ejemplo de lo dicho, en cuanto a quiebres rítmicos, en el texto «Valor»:

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máquina que se cansa
se acaba incluso lo que quema la máquina
lo que quema a la máquina
pero no incluso,
no todo se acaba
continúa la apariencia,
tan necesaria
tan aparente,
que no provoca más
comprar más,
querer más
necesitar
trabajar

entonces la cuenta
entonces lo rompe
entonces lo bota
entonces lo plancha
entonces lo guarda
y deja este para ponerlo en la lanza del mesonero

(p. 52)

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Este ritmo corresponde no a la marcha de los himnos clásicos, sino al sonido de la producción en secuencia, el producto por la cinta transportadora, embalado y sellado; letanías del obrero en la Iglesia que espera las campanadas para repetir lo que hace la máquina otras horas más; hombre y máquina en el mismo reino de las cajas de cartón; montacargas, serialización de conductas donde no sobra vida pero sí sobretiempo. Es el dramático sentido del hombre-mercancía, sordo a su sentimiento, pero lleno de ruidos que provienen de la fábrica como el espacio vital que rebasa su lugar de trabajo; también es su ciudad; el centro comercial o los dispositivos electrónicos, marchando triunfalmente al descenso por y para el objeto.

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César es un geek solitario consciente de que el texto es un documento filosófico y un tratado político directo, donde no se puede ser esquivo al drama social, ya que al padecerlo un individuo, bajo cualquier carátula de poder, lo padecemos todos como sujetos en relación. El mundo de uno es el mundo de todos:

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el mundo entonces queda fraccionado
en objetos
en objetos que sirvan
que sirvan para comer
que sirvan para trabajar
trabajar para comer
comer para trabajar
es el mundo el que nos debería atraer hacia sí
y decirnos que
comer y trabajar
son lo mismo
y decirnos
qué trabajar
qué comer
los objetos qué golpear contra el día
y el suelo
son lo mismo que masticar
son lo mismo
que dragar un cauce que comienza en la boca
y algo más que se desconoce para qué
si no alivia
ni produce
ni puede abrir un hueco
para acostarse y esperar en él
Él, el que nos fracciona en cajas
que llegan a una playa
y luego por un brazo
a un camión
y luego al otro

(p. 55)

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Mercancías de algún modo representa el mundo de los objetos intercambiables, del tiempo vital intercambiado por objetos y que, al mismo tiempo, dialoga con el objeto, materialidad de la palabra como representación gráfica, dotada para comunicar. De este manera, Panza es una especie de monje al servicio del y para el código; la palabra tan igual como un número o un símbolo es capaz de representar estéticamente un mensaje y no meros elementos estrictos de la poesía o del cálculo. César es capaz de realizar una abstracción y desarrollar un lenguaje dúctil hacia lo concreto, como un artesano que se afana por sopesar la funcionalidad de cada pieza dentro de un conjunto de piezas contradictorias, o no, para formar un todo.

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A pesar de la notoria crítica cultural y la mirada desesperanzada hacia un tipo de mundo representando en objetos intercambiables en Mercancías, también existe un espacio de festividad por el mismo acto de reunir paradigmas disímiles entre sí. César, como monje del código, curtido y en relación con otros idiomas, cercano tanto al ciberpunk como a las ciencias del cómputo, a lo jurídico y a las ciencias naturales, supo edificar una escritura singular que puede evidenciarse no solo en Mercancías, sino también en las subsiguientes etapas de su creación poética, puesto que su afanosa creatividad lo ha llevado a vincularse con distintas disciplinas, sosteniendo muchas veces oficios en paralelo a su trabajo académico, tales como la traducción literaria, el trabajo de imprenta y el diseño editorial, sumando a todo esto su constante colaboración con distintos proyectos artísticos.

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En Mercancías también puede leerse mucho del espíritu de la juventud venezolana de los años 90; el humor, la irreverencia y los efectos que la modernidad industrial dejaron en toda una generación, ahora estragada por la polución de los mass medias. De esta manera asistimos a un concierto de voces y acentos impregnados de la oralidad de la calle, en donde escuchamos al tedio del joven del campo, pero también a un punketo iluminado por la lógica no tan lógica occidental, o por los fármacos que mitigan la angustia.

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Cerramos esta breve aproximación crítica a la ópera prima de Panza con un texto que, por su imaginario entreverado y envenenado, resuena con grave cercanía entre sus lectores parroquianos:

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Automóvil

eso de no voy a ponerme encima un esqueleto
uno cuero nuevo duro y de colores
es negar la tentación
que viene
que viene con todo y catira local
viene con todo y butaca de cuatro chapas
viene con todo directo y sin parada
directo y bajando la playa
cargando más que una hormiga
caucho de rueda y cabeza bien dura
dale sal y arena
dale todo con más gasolina
dale más hielo y gasolina
que sobran
aquí viene la refinería
que se bañe todo cráneo y huesos
una piel nueva, dura, brillante y de colores
para un escápate conmigo
con desnudos de chevy surcoreano
prolongar los miembros en ruedas y caucho
digo que para más fácil
endurecer la fibra en aceites y fuego
digo que por más seguro
darle fuerza a la dirección con volante
que la libertad es un giro
ahí donde nadie nos vea
porque poco hace mi corazón
poco menos puede mi cuerpo
está claro que vamos
al escape rápido y ciego del plácata
playa cava abajo
mira arriba la refinería
y una toalla a la mitad
cuando plácata sea la hora
y nadie nos vea
y plácata
se cae la toalla
y los ojos de la masa voltean
hacia el homólogo delante
sincrónico compañero de catira y regional
miles de caballos ardiendo de pecho
y todos los ojos voltean hacia
el polifónico de palanca negra y local
y una morena al croche clavar
sin patas
sin ojos
sin sangre
toda dolor toda motor toda placer
y una palanca de huesos para controlar
y atrás se han roto las riendas
perdidas las crines entre un juego de ejes y bielas
enredadas y doradas entre los engranajes
y el cardán
perdido el control
en plácata de aceite y humo
el prácata que es chispa tope golpe abajo tope
dientes de hierro y grasa
calientes de chispa abajo tope golpe abajo
quemando los dientes y puro humo
se quema también la toalla
quemada la catira y los ojos rojos
mirando al sincrónico
clavada automática
corriente el movimiento hecho combustión
del pecho que no tengo
de los caballos que cagan grasa y latas
al resto del cuerpo en tracción
donde ya todos vomitan la transmisión
ardiendo y que nadie ya quiere estar
como infierno de plácata con quiebre
más acá, lento y rodeado de puro pedal
caliente de chispa abajo tope golpe abajo
donde nadie puede pensar
en el plácata del lomo por los cauchos
freno de aprender con límites
plácata de chapa quebrada
plácata de arena y envidia
cuando no es quiero ser batería
de gime chispa abajo tope golpe abajo
de grito llama arriba tope golpe abajo
porque ya no hallo dónde parar
como ya no quiero sentir al mundo de acá
ni recuperar la crin de los ojos que se van
suspenderme del quiebre de chapa
con resortes y bandas
sorprenderme de mí mismo y lubricante
apretarme en mí lo más mecánico y agua
refrigerarme e irradiar la quema y asiento
clavar primera catira
que ahora no pienso como yo la batería
clavar segunda morena
que hoy me niego a estar parado todo el día
por los cauchos y la batería
meterle toda a disloca
que huela a pura gasolina
llegar a quinta
morder el día
puro tope puro golpe
irradiar todo el calor que el frío quema
puro golpe puro tope
donde se duerma con
el gemido del asfalto nacional
ya no quiero despertarme por mí mismo
ver que el carro no anda solo
y las gomas golpes
y mangueras topes
gomas por todas partes
chispas por todo golpe
reducirse todo
al consumo golpe
repuestos chinos y topes
a cambiarme el cuerpo
si la vejez llega de golpe
a rodar y no pensar en topes
a encerrarme en la ficción
de la seguridad y el confort
a reducirme al fin
a llevarla al tope
y acabar de golpe

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R.

Robert Rincón. Valencia, Venezuela, 1985. Poeta, docente y licenciado en Educación mención Lengua y Literatura por la Universidad de Carabobo. Posee una Maestría en Literatura Latinoamericana y actualmente es candidato a doctor en Ciencias Sociales mención Estudios Culturales (UC). Ha publicado Mercaderes (2010) y, en 2014, fue merecedor del V Premio Nacional Universitario de Literatura Alfredo Armas Alfonzo, en el género poesía, con su libro Emaús y el vientre de arena (2017).

La obra que ilustra esta publicación se titula Guía a desnivel, del artista venezolano Efraín Ugueto Z.

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