Respecto a Otal Susi

Varios Autores

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«Otal Susi fue el anagrama que Salustio González Rincones ideó, partiendo de su nombre, para firmar las obras escritas en su período europeo. Poeta, dramaturgo, ensayista y traductor, Salustio nació en San Cristóbal, Estado Táchira, el 1º de junio de 1886. Su labor poética comenzó en Venezuela, donde formó parte del célebre grupo literario La Alborada, en compañía de Rómulo Gallegos, Julio Planchart, Julio Rosales y Enrique Soublette. Luego de publicar sus primeros trabajos poéticos, en 1910, González Rincones partió a Europa. Viajó por España, Italia, Suiza y Francia, donde ejerció labores diplomáticas y escribió Trece sonetos con estrambote a ∑, Corridos sagrados y profanos, La yerba santa, Cantando germinan y Viejo jazz, libros que en conjunto representan el segundo período de su producción literaria, y que resultaron en una poesía vanguardista que rompió con las corrientes modernistas de su época. González Rincones murió en Alta mar, el 5 de marzo de 1933, cuando retornaba convaleciente a Venezuela, a bordo del vapor Caribia. Su atrevido abordaje poético, materializado entre 1922 y 1933, ha sido objeto de controversia entre la crítica que ha catalogado la escritura salustiana de ingenua, rupturista y, en afortunadas oportunidades, de visionaria. Por ello, permaneció prácticamente desconocida para los lectores venezolanos hasta 1977 cuando, gracias a la labor arqueológica de Jesús Sanoja Hernández, Monte Ávila Editores publicara una antología de la obra del tachirense. Sin embargo, este loable esfuerzo de Sanoja no logró abarcar en su totalidad el segundo período de la obra de Salustio, escapando de nuestro alcance su poesía más debatida.

Hoy, gracias al rastreo bibliográfico de nuestro redactor Jesús Montoya, uno de los nuevos estudiosos de la obra salustiana, presentamos en POESÍA una selección de los libros que aún permanecen en gran parte desconocidos, acompañados de una serie de fragmentos críticos, así como un conjunto de su correspondencia personal.»

 

 

m i r a d a s    f r a g m e n t a r i a s

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Julio Rosales

…Lo más sorprendente en el carácter (actual) de Salustio González es que a la solidez de sus empresas une un entusiasmo infantil. Que en ese ser enjunto, silencioso y pertinaz, se extravíe una idea peregrina, y al punto se lanzará a ella con ilusas esperanzas y con disposición que no conoce la incertidumbre ante ningún propósito. Es un instrumento celoso a las impresiones del mundo-ambiente, dispuesto a vibrar sin tregua, organizado para la acción, que no posee registros para la negligencia.

Un enérgico visceral.

(Se apasionará por los caracteres raros, por las siluetas deformadas, por las pinturas anormales, por los dibujos torturados y las ideas torturadas, por Poe, por Ruelas y Jean Rictus)

Constancia.

En «Oros» se trazaba su ruta originalmente. Cuando los primeros imitadores de Lugones y Rubén Darío no podían privarse del ritmo isócrono, de una inspiración rapsoda, Salustio manejaba ya en el libro de sus brillantes leyendas precolombinas su ritmo propio y desataba su inspiración personal, que no podían ser confundidos con la obra de los Maestros. De «Oros» a su segundo volumen el verso se desenvuelve dentro de esa manera inicial con la unidad de un todo hecho de piezas justas y completas.

Fantasía.

Es un ser dotado de una gran fantasía en la vida, fantasía que distribuye en sus actos y en sus obras, fantasía un poco infantil en las acciones y muy característica en sus libros: Oros, Caminos Noveles, Cascadas asesinas y Llamaradas blancas.

Su fantasía esencialmente revolucionaria. Ante una obra hecha, ante una acción preexistente, ante una idea redicha, sobre una frase usada, toma pie para transformar con un elán furioso, como si obedeciese a una fuerza irrepulsible; de ahí la audaz originalidad de sus versos, la singularidad de sus ideas, la bizarrería de algunas de sus acciones geniales ordinarias.

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Sinfonía final, Julio H. Rosales en Salustio González y la generación de «La Alborada».
Jesús Sanoja Hernández (comp.). Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, 1998.

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Jesús Sanoja Hernández

Sus estampas no son exóticas, y la brillantez del léxico realza dignamente el contorno regional, tan a la moda a fines de siglo con las acuarelas, con los croquis y camafeos, los poemas en prosa, pero en los cuales lucía el vocabulario selecto un fondo de criollización que a la postre llegó a ser detestable, por lo folklórico y lo caudalosamente localista. Contra este peligro reaccionó uno de los mejores versificadores de aquel tiempo, el poeta encarcelado Alfredo Arvelo Larriva, y acaso junto con él y Arreaza Calatrava, represente Salustio González Rincones una peripecia modernista con horizontes de acá, montes y llanos, sin abundancia cosmopolita ni exaltación decadente, al mismo tiempo, exenta de la monotonía criollizante, con su «taral en flor» y sus «parchas silvestres», su inagotable fauna, su exuberante flora enumerada, como catálogo de estereotipos y americanismos.

Salustio salta esa barrera con éxito. Con voces lujosas, con innovaciones formales, se coloca en el centro del paisaje, adesándolo.

(…)

El siguiente libro de textos, porque son textos independientes, desde traducciones, pasando por versiones, hasta experimentos disímiles (propios de un libro-collage) es Viejo jazz. Diremos una vez más que no nos detendremos en Salustio traductor, a pesar de que aquí se junta el Villon de la «Balada de las damas del tiempo ido», con el Apollinaire de «Las estaciones», y el Baudelaire de «La carroña» con el Verlaine de «Mujer y gata». Interesa la segunda parte, con portada que repite el título (Viejo jazz) y firma O. S., en París, 1930.

Dos de los poemas, «El banjo» y «Sebucán», fueron señalados orgullosamente por Elite, a raíz de la muerte del autor, como anteriores a Sóngoro Cosongo, de Nicolás Guillén. En efecto, el ritmo, los giros y los términos, enfundados en una musicalidad tropical, y no menos la utilización de los apócopes, entrañan una novedad para entonces, por lo menos en la poesía venezolana. En «Sebucán» el guá que Arístides Rojas explicó de modo peregrino y al cual Luis Beltrán Guerrero le hurgó sentido filosófico, es colocado en forma de estribillo, al tiempo que los latinazos se castellanizan (requieca tin pase) y palabras como bululú son complementadas con aliteraciones y jitanjáforas (lulúju) y vocablos criollos doblemente acentuados, como cucurujújúl. En «El banjo» la sonoridad es mayor, casi «afro», aire por lo demás sugerido con las alusiones a la raza negra y al tam tam. Para los efectos de rima, cuestión no rara en Salustio, se modifican palabras o sencillamente se crean: lo importante es que las palabras suenen, independientemente de su significado.

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Jesús Sanoja Hernández en Salustio González Rincones (prólogo),
Antología Poética. Salustio González Rincones, Monte Ávila Editores, 1977.

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Julio Miranda

El poemario más importante de la segunda etapa de la obra de Salustio (1922 – 1933) es Yerba santa (1929), proyecto aún no igualado, al menos en Venezuela. Cuatro textos se conjugan cada vez, en la mayo­róa de los casos: un poema indígena, en idioma inventado por Gonzá­lez Rincones; su traducción literal al castellano; su versión «literaria», más elaborada; la nota del traductor, que especula sobre el origen del poema, su pueblo o comunidad lingüística, las dificultades de traduc­ción, etcétera. Un texto en japonés arcaico -igualmente inventado- se añade una vez, para compararlo; en «Saturniana’», se nos dispara a un futuro de ciencia-ficción: el poema está ahora escrito en «menesolano» -se alude también al petróleo-, lengua de país extinto -como parte del planeta Tierra- y lo interpreta un alto dignatario de Saturno. La creación no ya de un sólo autor sino de diversas lenguas, que respetan además cierta manera indígena de metaforizar, con imágenes tomadas de su entorno natural y expresando un mundo coherente (mal­dad del hombre blanco, cacerías, amores, muerte de un misionero, cantos rituales que nos hacen pensar inevitablemente, en el Áspero de Arráiz); las máscaras ficcionales y los personajes (el innominado tra­ductor, el erudito alemán Ottius Halz, el fugaz Sir Sawy Lost, el saturniano: anagramas de Salustio los tres); la transgenericidad poe­sía/ ensayo-ficción, con referencias a otras versiones y traductores: todo este vértigo metaliterario -que hubiera adorado Borges- constituye una de las realizaciones más sólidas, ricas y audaces de Salustio pero también de la vanguardia venezolana.

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Antología Histórica de la Poesía venezolana del siglo XX 1907-1996
Universidad de Puerto Rico, 2001.

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Gregory Zambrano

González Rincones nació en la capital del Estado Táchira, San Cristóbal, el 1º de junio de 1886 y falleció en alta mar, cuando retornaba a Venezuela, a bordo del vapor «Caribia», el 5 de marzo de 1932. Sus datos biográficos, tan escasos como el reconocimiento a su obra, lo ubican como estudiante en Caracas, en los colegios «Padre Sederstzomg» y «Santa María»; luego, como estudiante de Ingeniería en la Universidad Central de Venezuela. Partió a Europa en 1910. La carrera diplomática lo llevó a radicarse entre España y Francia, poco después de haberse integrado junto a Julio Planchart, Rómulo Gallegos y Enrique Soublette, en el proyecto literario que culminó en la revista La alborada (1909).

Tanto el registro de temas, como el modo de sobreponerse a las barreras del idioma, ponen a Salustio en fuga frente a la agonía epigónica del modernismo, su «tono modernista disidente» lo comenzará a montar en la catapulta que lo lanzaría lejos del contexto nacional y en lo literario le abriría horizontes nuevos con los cuales logró romper el esquemas poéticos de la expiración modernista. La obra de Salustio González Rincones está signada, de modos distintos, por ese largo exilio que lo mantuvo al corriente del flujo y reflujo vanguardista. Esto, a diferencia del rezago con que las nuevas estéticas llegaron a Venezuela, lo pone como de espaldas al proceso literario nacional, pero al mismo tiempo lo sitúa frente a un mundo de nuevas vivencias que tienen como telón de fondo, principalmente, las corrientes literarias de Europa. En ello reside, de manera general, su extrañamiento.

Si una manera particular de asumir la poesía, plantea no ya solamente los eternos problemas del hombre y su devenir histórico, sino también el humor, la ironía, la sordidez, la parodia, en la obra de Salustio se transparenta un plan trazado deliberadamente desde el lenguaje, asumido este como plataforma expresiva, que se torna mosaico lúdico donde, más allá de cualquier búsqueda expresiva (en tanto poema), se encuentran el juego y la desacralización de ese lenguaje. De allí que cuando sus poemas asumen el «mundo de la enfermedad», esta aparece como atribuida a un sentido de no pertenencia, a una desincorporación de la personalidad del autor, que se asume en el otro. Esto implica que el mundo de la enfermedad, en el caso particular de los Trece sonetos con estrambote a Sigma , la sífilis se asuma como metáfora. Eso justifica no solo la utilización de un seudónimo para firmar el poemario, sino que explica mejor su predilección por la heteronimia.

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Una poética de la enfermedad.
Salustio Gonzáles rincones y sus Trece sonetos con estrambote a ∑,
Ediciones fin de siglo, México, 2000.

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Reynaldo Péres Só

El concepto de modernidad no deja de ser una mirada eurocéntrica, por lo tanto Occidental, del arte, sujeta a su propia tradición. Nuestra modernidad se daría más bien en la ruptura con la herencia retórica, colonial transmitida por aquella cultura. De este modo la encontramos en el Modernismo brasilero, pero en el continente castellano parlante solo se verá en casos aislados. Nunca grupales: Girondo, Tablada, Vallejo, Salomón de la Selva son una muestra. En Venezuela la inicia Salustio y quizá los dos primeros libros de Enriqueta Arvelo Larriva, más por espontaneidad que por una búsqueda poética racional, pues el resto de sus publicaciones desmienten los hallazgos anteriores. Sin embargo, la poeta se aferra a lo que llamaría «paisaje interior», una intención de la lírica nacional, una ruptura con el paisajismo externo, enumerativo, producto de los requerimientos de Bello, Lazo Martí y tantos otros paisajistas que aún perduran con otro lenguaje pero con idéntica virtud de negación y de revestir las concepciones ultra pasadas de una pretendida modernidad. Lamentablemente Enriqueta Arvelo Larriva pareció haber perdido su norte en sus últimos años y, además, un norte que sus contemporáneos ni siquiera vislumbraron, engolados de retórica y la pose de formas neo-románticas disfrazadas de actualidad. Es desoladora la lectura y selección que un poeta de su misma generación, Fernando Paz Castillo, tuviese cuando publica «Poemas Perseverantes».

«El paisaje interior» relaciona a Enriqueta Arvelo Larriva con una tradición de cultura nacional, no la recibida de Europa, que mira el entorno como expresión misma del hombre que lo vive. Baste para ello leer los versos que todavía nos quedan de la cultura indígena, en la que la naturaleza reproduce nuestros propios pensamientos, nuestros movimientos, la conducta incluso. El paisaje vive en el protagonista, se desplaza con él, lo representa en su macrocosmos. Nunca se le ofrece como espectáculo desde una ventana o una grada de teatro, tal como ocurre en poetas como Ramos Sucre y todos nuestros abundantes descriptivos. Enriqueta Arvelo Larriva únicamente en esto nos diferencia e inicia las posibilidades de nuevos enrumbamientos totalmente ajenos al mimetismo establecido.

No obstante, observamos que la postura de Salustio también, al menos con el paisaje, era distinta. Su paisaje es descriptivo, no interior, pero aunado al juego emocional de la burla, delicada ¿ironía?, que invierte la mera observación externa hacia una lectura nada simpática con las estructuras mentales que el paisajismo inaugura desde el maestro Bello. Los alcances de Salustio González y de Enriqueta Arvelo L. inexorablemente permanecen detenidos, incomprendidos, rebajados a meras curiosidades bibliográficas hasta años recientes.
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Seis décadas de poesía venezolana. Revista POESIA 102 /103, Universidad de Carabobo, 1994.

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Luis Miguel Isava

(…) En Venezuela, el libro que se ha señalado como el iniciador de la vanguardia, Áspero (1924), de Antonio Arráiz, ya echaba mano a la recreación de temas y escenas indígenas. González se inserta sin duda en esta tradición, aunque estableciendo una distancia, tanto verbal como conceptual, que impide toda pretensión a la autenticidad para enfatizar hasta que punto los lenguajes, incluso los populares, son el resultado de convenciones. De allí que ni siquiera los últimos textos del libro puedan leerse fuera de esta explícita patentización de contextos de significación. Ellos son, en cierta medida, también «traducciones» de la sensibilidad popular al inscribirse en los planteamientos teórico-textuales. El otro, los otros y sus múltiples lenguajes son elementos de una literatura que se apertura a sensibilidades alternativas, incluso cuando recurre a expresiones de lo tradicional. En tanto vanguardia, ella se sabe mediación, transfiguración de lo supuestamente original, de lo presuntamente auténtico.

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Los otros lenguajes: Traducción y vanguardia.
Aproximación al canon de la poesía venezolana. Editorial Equinoccio,
Universidad Simón Bolívar, 2013.

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Gina Saraceni, Miguel Gomes, Antonio López Ortega

Integrante del Grupo La Alborada (1909), partió de Venezuela en 1910 para solo volver brevemente en una ocasión. Madrid, Barcelona, París, Ginebra, Roma son algunas de las ciudades donde se desempeñó como diplomático. Dos de sus piezas teatrales se representaron en Caracas mientras estuvo con vida, pero su poesía fue casi totalmente desconocida hasta que Jesús Sanoja Hernández llamó la atención a ella publicando en 1977 una Antología poética. Hoy, aunque no tiene una estatura canónica como la de ramos Sucre —también «redescubierto» póstumamente—, sí puede considerárselo autor de culto, fuente de inspiración en poetas jóvenes y de continua extrañeza en sus lectores.

Su obra se cuenta entre lo mejor del modernismo tardío venezolano, con una ingeniosa aproximación al coloquialismo en sus inicios que recuerda al Lugones interesado en explotar lo anodino y el habla cotidiana. Se verifica en su quehacer, igualmente, una modulación hacia el gongorismo modernista practicado en ciertos momentos por Lugones y, sobre todo, por Herrera y Reissig. Los textos más memorables que ilustran esas vertientes son, respectivamente, «Carta de Salustio para su mamá que estaba en Nueva York» y cualquiera de los Trece sonetos con estrambote a ∑. En estos últimos, que datan de 1922, ya tenemos un vislumbre del lenguaje lúdico vanguardista (lo que también se ha dicho, por cierto, de los experimentos verbales de Herrera y Reissig o el Lugones de la década de los diez).

Gonzáles Rincones es un exponente indiscutible de la tradición venezolana de raros y excéntricos: su voluntad de margen lo convierte en un buen exponente de las zonas discursivas de construcciones y deconstrucciones del sujeto y de las visiones del país. La «Carta», en efecto, pinta una gran socarronería proyectando costumbristamente lo «nuestro» en lo cosmopolita; mientras que en los sonetos —joyas lúdicas por el bien trabado macarrónico en que se escriben— lo universalista se tizna de abyección.

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Rasgos comunes
Antología de la poesía venezolana del siglo XX
Selección, prólogo y notas de Antonio López Ortega, Miguel Gomes y Gina Saracceni.
Colección La Cruz del Sur, Editorial Pre – Textos, 2019.

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 Santiago Acosta

Los orígenes o primeras manifestaciones de la poética del desvarío pudieran rastrearse en dos manuscritos que Salustio González Rincones escribió en 1907: Llamaradas blancas y Las cascadas asesinas. Aunque no fueron publicados sino hasta 1977 en una antología preparada por Jesús Sanoja Hernández, estos poemas nos permiten evidenciar que ya en la primera década del siglo XX no solo se componían versos e imágenes claramente vanguardistas en nuestra ciudad capital, sino que se hacía de una manera que arriesgaba el sentido en virtud de una expresividad que prácticamente carecía de antecedentes en la poesía venezolana  (…)  Jesús Sanoja Hernández catalogó a González Rincones como «modernista tardío», y así fue tomado hasta que Julio Miranda, casi tres décadas después, lo reivindicó como vanguardista temprano. Es decir, que aunque Sanoja Hernández quiso mantener a González Rincones confinado a la esfera de Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez y Julio Herrera Reissig, Miranda logró emparentarlo con las muestras más audaces de César Vallejo, Oliverio Girondo y Nicanor Parra. Aún así la poderosa leyenda de Válvula logró imponerse, y aún se considera que los próceres de la vanguardia literaria en Venezuela fueron los poetas de la llamada generación del 28, gracias a las tibiezas de críticos como Sanoja Hernández y a libros incompletos como La formación de la vanguardia literaria en Venezuela. Antecedentes y documentos (1985) de Nelson Osorio T., en cuyas páginas no se menciona a González Rincones. A lo largo de la poesía venezolana del siglo XX puede rastrearse una serie de poetas y poemarios que se emparentan con esa voz particular de Salustio González Rincones, desafiando así lo que comúnmente se entiende acerca del sentido en la poesía.

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Los poetas del desvario.
Tensiones entre sentido y rostridad en la poesía venezolana del siglo xx
Investigaciones Literarias, Anuario IIL, N° 18, V I – II / UCV, 2010

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Jesús Montoya

Los cantos de La Yerba Santa fundamentan una valorización de lo popular. Además de la invención de lenguas indígenas teniendo de fondo el pasado de conquista tejen una realidad utópica para formar raíces espectrales con la historia, el territorio y la lengua, así como con el imaginario de lo «nacional»; añoranza o deseo utópico de definir una identidad venezolana, o bien problematizar sobre ella y su origen. Cabe preguntarnos si la invención de estas lenguas busca cuestionar el pasado colonial venezolano por medio de la mirada extranjera (pensemos en las traducciones y expediciones del profesor alemán Ottius Halz en la ficción de la obra) que como discurso corroboran la descripción y registro del mismo. Los poemas de La Yerba Santa resguardan el archivo oral de quien traduce. Las lenguas inventadas aspiran tener la condición misma de los textos en que son traducidas, significar, es decir, las lenguas inventadas con sus artificios textuales (notas al pie, coloquialismos, vocablos criollos, distopía) revelan al lector la complejidad de la narración del pasado histórico —parodiado o no— de Venezuela; así como sus manifestaciones orales, su lenguaje, valga decir, su tradición.

 

Kiu Chibatsa o la Yerba Santa: figuraciones de lo popular y lenguas inventadas en Salustio González Rincones.
Revista Poligramas, Nº. 47. Universidad del Valle, 2018
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Lorena Quijada Struve

Este poeta del «modernismo disidente», como lo llama Jesús Sanoja Hernández (1977), se interesó siempre por la belleza. Aspecto que se evidencia en su paso por el grupo La Alborada; el mismo Rómulo Gallegos llegaría a afirmar que González Rincones era el único de los alborados que sabía ver de verdad. La belleza practicada por el poeta, quien también era pintor, se observa en el modo como enfrentaba la creación de versos: escribía con ojos de pintor, sus poemas tienen una fuerte presencia de colores. Le gustaba la belleza rara, aquello de (trans)figurar la fealdad. No se interesaba por lo grotesco ni por la perfección; sólo jugaba con el lenguaje. Su entusiasmo infantil es lo que lo lleva a emplear neologismos y comparaciones. Podría decirse que practicó una suerte de novedosa audacia, pero siempre con un pie en la forma clásica.

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González Rincones, S. (1922). Trece sonetos con estrambote a Sigma.
París: Imp. Aristique Lux. Investigaciones Literarias.
Anuario IIL, no. 23 enero-junio, 2015

 

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Robert Rincón

Sintonizar (me) con el texto de Salustio González Rincones implica renovar realmente de mi parte mental todas aquellas configuraciones que se van almacenando con el tiempo en torno a lo que es válido o no en un poema. Situación de tensión y liberación que agradezco como lector. El discurso experimental que maneja el poeta andino confronta no solo las estructuras y supuestos de la poesía moderna concebida a principios del siglo XX. La yerba santa (Kiu Chibatsa), 1929, resultó ser y sigue siendo para la crítica una rareza, y es comprensible. Un escrito con una atmósfera anímica tan similar y agónica como el barranco que resuena en cada verso, más el contraste ideológico entre la mentalidad occidental y la aborigen, añadiéndose la versión original de la lengua de los Timotes, y luego, finalizando con unos comentarios sobre las posibilidades interpretativas antropo-lingüística que tuvo el anagramático profesor Ottius Halz, es fácil imaginarse que ahí no hay un poema en potencia sino un conglomerado de discursos ajeno a los «sentimientos»,  a las «vicisitudes de la vida metropolitana» y a los «criterios de la estética europea».

Precisamente esta extrañeza de estética-alter que manifiesta la escritura González Rincones para la época y también para actual, resulta una particularidad de escritura de frontera, como aquella que no irrumpe en algún movimiento o manifiesto colectivo de respuesta ante valores y expresiones controladas por algún poder cultural, sino que en su singularidad se mantiene al margen, bien sea por el experimento formal, la incorporación de otros «discursos distantes a los poéticos» y, sobre todo, por el carácter «provinciano» que constituye un tipo de racionalidad que se rechaza, se niega o se subvalora.

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La Yerba Santa / González Rincones- Rincón
Transtierros

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Jaime Yáñez

¿Por qué Salustio?

Para definir esto, porque creemos que existe, debemos, o podemos, partir desde un parafraseo de Sanoja Hernández: es Salustio un poeta cuya poesía no es tensional sino constructiva. Es decir, Salustio no confronta el hecho poético desde la representatividad del lenguaje y su problemática. En cambio, en Salustio la expresión parece más importante que el significado, el cómo significan más que el qué. Los límites de lenguaje se vuelven difusos porque Salustio no parece detenerse en ellos. Es un poeta más encantado con el léxico y la fonética, con la configuración de un modo de expresión y no la razón de ella: más palabra como figura y sonido. Salustio resuelve: si la palabra no existe, se inventa, si la sonoridad no es la que se quiere, se tuerce hasta que sea. Es un poeta lúdico que prefiere jugar con las palabras antes que transmitir reflexiones por medio de ella. En él no hay una búsqueda fundamental del tema trascendente, ni milagro ni enigma, dice Sanoja Hernández: «Su sobrevaluación es de carácter verbal».

Idealmente ese es Salustio, pero ¿cómo sucede esto?, ¿cómo esta unidad se estructura en sus textos?

La obra de Salustio González Rincones no es de ninguna forma un proyecto constante. Está compuesta por casi una docena de libros, y una carta/poema, de temáticas diversas publicados interrumpidamente durante 26 años. Sanoja Hernández y Julio Miranda prefieren dividir sus textos en dos grupos: uno formado por sus primeros poemas (Caminos noveles, Llamaradas blancas, Las cascadas asesinas y Carta de Salustio para su mamá que estaba en Nueva York, todos publicados en 1907) donde se le describe como un «modernista disidente» y otro formado por todo lo que publicado después de 1922 donde es, sin lugar a duda, considerado un rupturista, un renovador, un escritor que parece escribir al margen de o, incluso, fuera de la literatura venezolana.

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Consideraciones en torno a Salustio González Rincones y la exploración
Revista CANTERA

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Víctor Manuel Pinto

Sanoja Hernández concluye que este período de la escritura salustiana (1922 – 1933) «no es salvable ni digno de antologizarce». Sin embargo, tal afirmación genera hoy discrepancias saludables entre la juventud poética venezolana cada vez más interesada en los hallazgos del «enmascarado» Otal Susi. Es cierto, Sanoja Hernández logró diagnosticar en Salustio una extraña patología poética en cuyo cuadro semiológico resalta el síntoma de la huida, pero es dentro de ese morbo lacrado por la fuga donde Gonzáles Rincones descubre las nuevas formas de su expresión. La huida lingüística de Otal Susi le brindó a su circuito creativo el encuentro con sistemas intuitivos de composición y descomposición verbal que dotaron al segundo ciclo de su poesía de una fresca originalidad. Salustio, sin afanes populistas o sentimentales, se internó en el follaje de la estructura cognitiva asociada a lo salvaje e insertó, en piezas formales como el soneto, el acento de la fisionomía lingüística del venezolano, creando lenguas misteriosas interpretadas por el desdoblamiento de su escritura. Su poética principia una categoría sociocrítica para el ojo analítico de nuestro origen como país, y logra presagiar, con tino escalofriante, el topónimo fatal de nuestro destino nacional.

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Salustio, el morbo profano. Revista POESIA, Universidad de Carabobo, 2017.

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 c a r t a s  a  s a l u s t i o

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El Valle 19 de Noviembre de 1910

 

Señor:
Salustio Gonzáles Rincones

Barcelona

 

Conque en Barcelona al fin! Feliz moltal. Y yo aquí todavía en El Valle, porque huyéndole á la peste me vine hace un mes! En Barcelona y habiendo hablado ya con el actor La Riva i con el portero de Rusiñol, i aun con este mismo seguramente, i con Neses Suárez, etc., etc.

Bravo, bravo! Así es que es verdad que lo contrario sería imperdonable holgazanería, de modo que no hai por qué estarle estrujando á uno en las narices, dilijencias y actividades como cierto tipo que yo me sé. Por otra parte, quién nos garantiza que no sean las tales sino Cañas?

Camará qué peor se ha puesto esto! En cuanto a mí, nunca he estado tan sin esperanzas como ahora, i esto que contigo, hai del lado allá la probabilidad de poder tenerlas alguna vez. Mientras tanto escribiendo de nuevo, cuentecitos para El Cojo, por lucro únicamente, como que los hago por sacarles unos pesos mensuales que necesito. Y me quedan que da gusto verlos, así son de crecidos, dramas? Había jurado no escribirlos más. ¿Para qué? Para que me pase con ellos lo que Henrique con la S. que á esta hora quizás está en la ídem de Guayana, adonde se fué Fuentes por fin. Y eso que ya es algo que la cargue Fuentes, aunque no piense ponerla en escena. Por esto, repito, había jurado no perder más mi tiempo escribiendo dramas. Ahora dices tú, que puede ser, que quizás, que quien quita. ¡Ojalá!

Yo, ni quiero ser pesimista, ni tengo derecho á serlo. Me pondré otra vez á escribir dramas; al fin es uno de tantos modos de hacer algo. Y empezar por… Por: «Les Ydoles» – ya no me atrevo ni a nombrarlos en Castellano–. Será la yo no sé Quartésima edición de los susodichos i que, así que la termine te mandaré para que tú veas si allá puede dar resultados, luego continuaré «Las Novias Muertas», hoi estancadas, i si las cosas se van dando como tú crees, seguiré a los demás, «Mamía», «Entre las ruinas». Ya ves, títulos tengo.

Tú si debes estar á reventar, de dramas. A sacarle dinero, a ver si puedes invitarme pronto a comer contigo en esa. Por lo que en tu carta se trasluce veo que tienes esperanzas, que vuelves a ver la vida, buena y generosa como en los dramas, esta confianza tuya nos alienta á todos i para mí especialmente es un cordial. Vuelvo á pensar en la posibilidad de vivir de mi oficio después de haberme resignado a prescindir de él, si no de un todo, sí como de cosa inservibles y hasta estorbosas en tratándose de la subsistencia hasta pensar volver al ferrocarril, para siempre. ¿Sera posible que no sea el mío, el destino de los Pedro Emilios?

A propósito de éste, me decía, hablando de tí, que Díaz Rodríguez te contó que Buenos Aires no era el lugar apropósito para este nuestro genero de lucha, que allá nadie se ocupa de los literatos, que hai unos pocos i no gozan de muchas prerrogativas, que Luganes mismo, es conocido por lo de pedagogo i no por lo de poeta. Esto te lo digo, para que tomes allá mejores referencias antes de aventurarse para B.A. Al fin lo que urgía era salirse de aquí i tú lo hiciste.

Volviendo a nosotros direte en primer lugar que el Julio P. – el de Coro– anda á estas por tu propia sierra nativa, dis que reponiéndose de sus quebrandos. Está en Colón del Táchira, en casa de Loinaz. Todavía no ha escrito de modo que no puedo decirte si es muerto o padece todavía del estómago. Henrique, en Valle Abajo, a éste le ha caído también la mala; tuvo pulmonía i está de luto por su tía Dolores Espino que murió de Peste Neumónica, a fines del mes pasado.

Julio H. de la corte á la imprenta, i de la imprenta á su casa. Yo, en El Valle en La Acacia, mientras la Peste permanezca en la Capital.

Ahora pasemos á lo duro, digo á lo de los duros. Parece que la cosa ha caldo bien, porque según me dicen te irán i/o persetas en vez de Bs. Creo que se ha abierto una suscripción para protejer al damnificado, de la Patria será, i han caído además de los tres supervivientes de la Alb. Que brincaron con 15 cá uno Anán –Eduardo–el Loco Méndez–i el catire Pedro–. Amigo, asi quien no es aventurero, al igual cosa me aseguran á mí, me caso i me voi incontinente.

En fin, ya he hablado de todo un poco, i como aquí no hai ni qué contar hago mutiz. Desde la puerta del foro, te encarezco escribimos con frecuencia, y respecto á mí, en particular, tener siempre presente que soy un hombre con la soga al cuello; que mi solución está a bordo de un trasatlántico, pero que no puedo aventurarme como tú, por las razones ante dichas. Esto i decirte que en cuanto eslumbres algo que me pueda hacer tirar la doble parada, me lo gestiones i avises, es lo mismo. Se trata de la vida i de la especie.

Mientras tanto seguiré en esta vida que no es como en los dramas, ni mucho menos, fastidiándome, desesperándome i gozandito entre una i otra breva ya que la cosa no merece la solemnidad de un gesto suicida.

Hasta la otra, i buena suerte: salud, placer i éxito. Saluda también a Guillermo Ant°.

 

Rómulo Gallegos

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:Caracas: 4/11/1911

Salustio Gonzales Rincones

Barcelona

Querido Salustio:

 

Una porción de pequeños motivos que tú te explicarás sin que te los diga han retardado ésta. Ahora no quiero perder la oportunidad del vapor de hoi i aunque sean unas líneas te irán. Yo hubiera querido escribirte largo, pero, tú sabes, cuando más tiene uno que decir menos dice, i en estos casos no se ocurre nada que sea propio… Me refiero a tu duelo. Supongo que a estas horas habrás recibido de tu casa las noticias de la muerte de tu papá, i aunque tendría necesidad de decirte cómo lo he deplorado, porque tú bien sabes que así tiene que ser entre nosotros, entre quienes por tantos motivos no puede haber desgracia ó suerte de uno que no afecte a los demás, i así es para mi i sobre todo tratándose de tí, lo hago porque en estos casos lo mejor es decir lo que uno siente i tal como lo siente, i no estarse con superhombrías que cuando más estarán buenas para cuando no tenemos necesidad de ser sinceros.

Considero que la muerte del viejo ha debido ser para tí, un golpe muy duro, por las circunstancias mismas del acontecimiento tan de repente, i por las especiales en que tú te encuentras. Ya, si es cierto que uno tiene la naturaleza más sensible, tenías bastante, i luego el estar separado de los tuyos, el no haber visto y por consiguiente tener que imaginar que es tan malo en esos casos, porque la imaginación, de su cuenta, recarga los colores, i el vivir cierta vida, de aperturas i de lucha, como es, no en sentido figurado, sino mui de veras, la tuya; todo lo cual predispone el espíritu. Menos mal que siquiera allá está Henrique, i algo conforta el no encontrarse tan solo.

Compañero que esto no pase de dolor, quiero decir: que no vaya a desbaratarte tus planes, i hacerte desandar lo que á tanto esfuerzo has adelantado. Aguántate firme por allá i no se te ocurra venir. Yo supongo que a tí no se te ha ocurrido, porque en realidad nada harías con venirte. La familia, aparte las consideraciones sentimentales del caso, no tiene mayor necesidad de que te vengas, tus hermanos se valdrán sobradamente, i tú viniéndote, puede que en vez de aliviar agraves la carga. Aquí, esto lo sabes tú demasiado, aquí no hai posibilidad de vida para nosotros. No se te ocurra venir, ahora ni nunca, si se llega el caso, muérete de hambre por allá, que al fin es mejor que vejetar aquí. Yo, como te he dicho antes, ya que no puedo escaparme, he resuelto renunciar, i así me tienes pensando en meterme a maestro de escuela, ó á lo que se me presente pero no se presenta nada, ni la manera de establecer la escuela, con lo que estoi con el agua al cuello.

Pero basta de cosas tristes que le quitan a uno las ganas de vivir, por lo menos, cuando detrás de ellas no columbra uno ni una esperanza que lo estimule, como nos pasa a los que estamos aquí, viviendo una vida estúpida, tan sinrazón de ser. Siquiera tú te confortarás pensando en tus cosas. Te envidio pero sin tristeza.

Escribe más a menudo i habla más de tí, yo creo que uno es lo único verdadero é interesante que hai en el mundo de las realidades ó de las apariencias. A propósito de cartas, hace tiempo que estoi por expresarte una observación que he hecho, i es que entre nosotros parece que no existiera una verdadera cordialidad epistolar; noto que tenemos como cierto rubor en decir lo que pensamos ó sentimos íntimamente, tal vez por demasiado miedo de hacer literatura que en el fondo no es tan mala como la pintan. Esto me parece ingratitud para con la Literatura, nuestra madre, i además poca franqueza entre nosotros. ¿Vendrá esto del prejuicio que parece asentar que lo subjetivo es malo i sólo merece ser apreciado lo que existe fuera de nosotros i sin nosotros? Es mui probable que así sea, i me parece que no está bueno este menosprecio de los sentimientos e ideas íntimos i propios, menosprecio aparente nada más, porque en el fondo somos personalistas hasta rabiar. Paradoja de orgullo, para llamarlo como el término flamante de estos tiempos en que por donde quiera saltan paradojas. Esto lo atribuyo á que la paradoja en sí es ocurrente, yo me lo imagino como un escamoteo… de jugada de mano, no sé por qué… pero me voi por el atajo; lo que quería decir es, no sé si lo haya dicho con todo esto, que en nuestra correspondencia se nota la falta de ese elemento personal, íntimo i sincero, i así nuestras cartas tienden a ser crónicas ó noticias, i no expansión, cambio de ideas, verdadera comunicación espiritual. A mí, francamente, me interesan mucho más las impresiones personales, tuyas ó de Eque, las cosas que se les ocurren por allá, que todas las noticias i descripciones que puedan darse aún de lo más interesante i nuevo para mi. De manera que ya puedes empezar, hablo con ambos, que sean las cartas continuación de las interminables conversaciones de antes, supervivencia de la alborada, que solo se mantiene entre Julio i yo porque el otro Julio (horacio) está entregado en cuerpo i alma a otros círculos.

Por tus últimas crónicas veo –con placer– que te resuelves á exteriorizarte. Éstas han gustado mucho i á mí más que nadie, como partidario i defensor de este género que llamo: arte trascendental, i literatura trascendental que es más propio i que comprende lo mismo, la crónica ligera que la novela de estudio ó la crítica científica (?). Yo creo que el arte que perdura no es el que sólo tiene verdad, sino el que además tiene, por una parte: personalidad; es decir: que sea la expresión de la manera propia de sentir el artista, el cual tiene tanto derecho a ser tenido en cuenta como la naturaleza, ó sea el mundo de las realidades ó apariencias, que dije más atrás; i por otra parte: trascendencia, alcance, profundidad, raíces, ó como quiera llamarse a esto que, a mí manera de entender no es sino harmonía perfección y que para mi consisten en tener tanto de emoción como de intelectualidad.

La tesis expuesta no es mía, seguramente, tampoco sé de quién sea, á punto fijo, pero profesarlo comprenderás que tu drama me va a gustar mucho. Espero que cuando lo termines, lo copies en máquina i saques una copia que mandarás, á estos infelices renafados que quedamos por aquí.

Y a propósito de dramas: ¿Qué hai de Los ídolos? ¿Ni siquiera editor por cuenta y riesgo suyo? Hombre: parece mentira:

Mándame El motor para rehacerlo, con notas, i certificado porque no tengo copia.

En fin, que lo pases lo menos mal i que el golpe que hayas llevado te obligue a defenderte con más ánimo, porque ahora que se fue el viejo te quedaste más solo i necesitas más brío.

Es todo lo que puedo decirte tu amigo de corazón que te acompaña.

 

Rómulo  Gallegos

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sin fecha – contestada en agosto de 1911

 

Distinguido amigo Salustio:

 

Al fin me siento con mucho papel blanco por delante á hacerte una carta. Es domingo: los domingos de siempre, claros, luminosos, de cielo azul, nubes desperdigadas y blancas y sol a media calle; por la acera pasan bajo mi ventana las mujeres que van a misa, vestidas como para una fiesta y levantando un rumor alegre.

Dirás que esto en una crónica, que no una carta; pero no te voy hablar de política, ni tenemos nosotros negocios comerciales, para hacer otra cosa; y sobre todo, con tanto papel por delante, como tengo, hay que echar mano del «paisaje».  -Es un gran recurso que nunca nos falla como tú sabes. El paisaje desempeña en nons, literatos, el mismo papel disimulador, coqueta, ó circo como quieren ahí, que el abanico de esas damas que van para la misa; aunque el rosario no es otra cosa que su rival, como se te ocurriría a tí decir. El paisaje corresponde también al artefacto decorativo del bastón, chez nons, los hombres; al guante, chez lui, el diplomático; y como al uno le hacen girar entre los dedos al otro le sacuden flácida contra la una mano, con elegante negligencia, así nosotros le damos vueltas al bendito paisaje, literariamente, ó le sacudimos filosóficamente, para ir llenando el voraz papel, que a duras penas y con dolorosos esfuerzos logramos saciar algunas veces, … nosotros, los líricos.

Gracias, que por ser domingo y dar la coincidencia de despacharse mañana el paquebote que espero llevará ésta a su destino, me siento con estímulo y solaz propios para escribirte un poco largo. De estas hambres de papel estoy hasta la calva; si no tengo calva tampoco tengo coronilla, y vaya lo uno por lo otro. Tengo por delante, en estos días, la espantosa tarea de hacer la tesis. Y no creas que en esta ocasión, como en otras, todo es proyecto loco, no; ya me tienes sumido en plena obra, tal que tú no me ganarías á contracción en tu labor triunfante de ese drama de Ferrer. Llevo ya días, noches, todas las horas de la existencia, engolfado en mi trabajo y el mazo de cuartillas que se va formando me hacen pensar con ironía en los extintos comedia y novela, que escribí con tan igual frenesí.

Sabrás por qué mis afanes; ya desespero de irme por allá, tengo por otra parte perdida la esperanza de un matrimonio ventajoso, que coartaría mi parientes enriquecidos a cuya sucesión pueda tener legítimos derechos; la esperanza de topar con un tesoro, es imposible tan halagüeño topetazo; me resta pues, siempre le resta a uno alguna ilusión, decorar mi personalidad con un título, tratar de deslumbrar de algún modo, hacer una modesta sonaja, y recordarle a mi protector la promesa de expatriación mediante un falso cargo consular.

Creo que antes te podré escribir todavía otra carta, así, de tanto aliento como ésta; otra y quizás más. Espero graduarme en el próximo setiembre, sin hipérbole y sin metáfora. Y tú escribe lo más claro que puedas cuando lo hagas, a fin de entender lo más pronto posible, que si el tiempo falta para escribir, urge también para leer, cuando estamos enteramente desocupados.

Este tu amigo

Julio Rosales

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Caracas 20-2-911

 

Señor Salustio González R.

Barcelona

 

Recibí tu carta del 24-12-910  la que me complació mucho pues ella me demuestra que aun me recuerdas. Ante todo te agradezco mucho el haberte ocupado en cosas (informes acerca de venta de cuadros, etc.) que en medio de tus propias preocupaciones han de ser seguramente molestosas para tí.

Yo a pesar de Chellini, pintura de muñecos, y otras muchas cosas que me  alejan por completo de mis sueños de arte, pienso pintar algo para el Salón París pues me enloquece solo el pensar en la posibilidad de poner una tela mía en el mismo lugar donde las hay de Rusiñol, Meifren y otros chivalisimos.

En cuanto a los demás; Monsanto, G. Hemández, etc. ya están en cuenta del asunto y cosa de interés para ellos será el que manden ó no.

Ahora, hablando de tu carta aunque me dió gran contento el verla no me satisfizo por completo pues ambicionaba saber algo de tí, de tu propia vida y fortuna. Ya sé que esto es mucho pedir á un Judío Errante, pero, qué quieres, a nosotros a los que aún envejecemos en esta Tebaida nos parece palabra divina la que nos llega de un compañero que se encuentra luchando, justamente en la tierra que es el objeto de nuestras ilusiones de arte.

Pero, en fin, no hagas caso de esto que yo sé que el tiempo, allí, es muy escaso y precioso para malgastarlo en charla inútil/y escrita.

De aquí no te digo nada porque nada hay que decir; todo igual, todo del mismo color que cuando tú lo dejaste; todos los días hace sol, la cantidad de luz es soberbia y una primavera, pero qué primavera… en fin como cuando tú estabas aquí.

Otero se fue a Buenos Aires, pero eso debes ya saberlo por Soublette. Como se fueron juntos. Y ahora que nombro á Soublette; yo te hubiera mandado con él, a ser posible, un abrazo, pero este señor tiene un modo muy original de irse apenas lo vislumbré (a Soublette) por pasar como una exaltación para desaparecer en el abismo de un wagon y no dejarse ver más.

Supe que (por el pago de unas máquinas veo esa caña) te suspendieron la asignación que El Tiempo te pasaba por tus crónicas. Quisiera saber cómo te las arreglas. Supongo que tú contarías con esa patada indispensable por ser cosa que dependía de tus conciudadanos.

A Monasterios que le escribiré en el próximo correo y cuatro abrazos.

Y ahora vale mío perdona esta gran lata que como todas las de su especie no tiene pies ni cabeza.

Recibe un abrazo de mi viejo; abrazo de toda la cuerda, y de que ya debes estar como una guanábana de regalo.

Aguanta otro abrazo de tu amigo que te quiere.

 

M. Cabré

 

 

Como supongo que cuando veas estas líneas ya habrás leído la carta, te doy las gracias por el maravilloso trabajo de ortografía elemental que indudablemente has ejecutado.

Como Otero se fue, tanto tú como Monasterios pueden escribirme con esta dirección: Botiquín de Altagracia (para M. Cabré).

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Los textos epistolares fueron tomados del libro Salustio González y la generación de La Alborada.
Fundación Celarg, Colección La Alborada: Caracas, 1998.
Se conservó la ortografía de los originales.

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La ilustración de esta entrada es el detalle de un dibujo del destacado artista plástico venezolano Carlos Rojas

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