Intimismo y contemplación en la poética de Carmen Delia Bencomo

Milagro Meleán

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En la poesía de Carmen Delia Bencomo seremos convocados a su observación y acercamiento con el mundo que, por medio de un esbozo estético se erige a la interioridad para erupcionar en una respuesta o diálogo con el entorno.

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En sus libros Con el camino (1986); Rostro de soledad (1964); y Balcones del agua» (1967; 1958; 1999), hay una voz parecida a la que se desprende cuando en soledad se evoca la lectura de aquello que nos incide.

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La poesía es el puente hacia el encuentro con aquellas reminiscencias que -en ocasiones ocultas- pueden transformarse en un lenguaje cercano y diáfano. Estos mecanismos operan en la poesía de Bencomo para abrirse a los espacios y ebullir desde la conciencia hasta la ternura que nos cerca.

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Con el camino

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Es aquí donde explora el sentido de la diafanidad desde la limpieza que forma parte de la estructura de sus poemas. Sin embargo, hay otro rostro que adquiere la sutileza de la voz en Bencomo, son cada una de las imágenes; encuentros y elementos que se hacen frecuentes en el poema. Son objetos que enuncian lo bello, la imagen acústica que genera una estrella, escenarios luminosos aún dentro de lo nocturno; en la poética de Bencomo la nocturnidad no es telúrica, es la excusa para traer espacios de luz.

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La poeta nos acerca a una terredad para revelarnos un yo poético compenetrado con la naturaleza, aquello casi imperceptible. Nos lleva a un diálogo interior, desde todo lo que nos conforma como seres sensibles: «Pregúntale/ a la/ estrella/ dónde/ guardó/ la luz/ aquella/ noche/ que juntos/ hicimos/ un hombre».[1]

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El espacio, por otro lado, está ligado al yo poético ya mencionado y visiblemente depurado. Vemos pues, la permanencia de ese yo desde una interacción con lo inmediato, con las paredes de lo cercano.

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Huyen los fantasmas/ perseguidos/ de mi silencio/ único y fiel/ compañero/ del instante. / No me asusta/ el viento si en tu pecho/ mi voz/ renace/ en este oficio.[2]

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El sueño y la noche aparecen, desde luego, como un presagio del descanso a una invocación de las luces que Bencomo atrae para hilar desde lo cercano un discurso hacia la esperanza de ser entidad y voz con las estrellas.

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Estuviste/ junto a mí. / Las uvas/ desgranadas/ se multiplicaron/ en besos. / Ahora/ las recojo/ y borro/ las sombras. / Mientras/ repaso/ una a una/ tus canciones/ no llegan/ el olvido. / Regálame/ tu luz. / Alumbraré/ mi memoria/ y encenderé/ estos minutos/ robados/ a la vigilia.[3]

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 Y ahora al referirnos al sueño:

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Mi ángel de azúcar/ habla del suicidio/ de la tarde. / Le invento/ globos de cristal/ imágenes del relámpago/ y me dice: / si en tu sueño/ hay una mosca/ se vuelve/ elefante. / Hace sombra/ en tu sombra. / Si en tus sienes/ anida una mosca/ retírala de tu rostro/ hace negro el pensamiento. / Si en tu pecho/ se sienta una mosca/ ahuyéntala con tu canto. / Hace ruido en tu silencio.[4]

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Con el camino, es un libro conformado por tres partes: Luz, Amor, y Sueño. En cada una de ellas se evoca un recorrido por estos tres estadios. Nos encontraremos con una poeta que no pretende, sí sintetiza sensitivamente los atisbos de la trascendencia. De hecho, se trata de una poesía cónsona con su tiempo y el nuestro.

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Carmen Delia Bencomo

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Balcones de agua

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¿Cómo es un balcón de agua? Posiblemente, contemplar la luz que traspasa el agua, puede que sea un balcón más blando o una estancia propicia para leer poemas que Carmen Delia Bencomo ha tejido haciendo uso de la rima y visiones cercanas a las de los niños.

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Es una antología que reúne poesía infantil de la autora donde también encontraremos canciones que se desplazan entre la sensibilidad consciente de las palabras y su representación.

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Los poemas que se recogen en esta selección poseen la música de aquellas aproximaciones a una observación temprana del mundo, significa que por medio de los versos entraremos a un lenguaje que conecta con nuestra presencia en él y la interacción con las palabras.

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Los animales y pequeños insectos conforman el cuerpo de los versos para revelar sus cosmovisiones desde aquello tan menudo como los pasos de una hormiga en su camino hacia el jardín y va agitando su corona / de remolacha y jazmín.[5]

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Los juguetes toman vida y llenan con sus voces los espacios de la imaginación. Los versos que están en los Muñequitos de aserrín[6] (1958) se entrelazan entre los juegos y despiertan el llamado hacia la sensibilidad por otros seres, animales que se transforman en su inmediata naturaleza inicial.

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Los viajes de la autora calaron en su obra, menciona los sitios que conoció y a los que se acercó durante su vida. Los veremos no solo en sus novelas, los poemas para niños revelan esos lugares en los que la mirada de la poeta encontró asidero.

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 Rostro de soledad

Pasamos pues, a una poética que cuestiona el entorno, la relación del ser y el cuerpo que habita aquellas maneras de lo cotidiano. Notamos una Bencomo que ha descubierto otra mirada de lo solo; que ha encontrado atisbos de lo inaprensible; auscultado el sendero de los sueños que antes eran dulces.

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Se mantiene la relación con el espacio, la observación meditativa del tiempo en poemas certeros y apegados al habla inicial del pensamiento. Veamos el siguiente fragmento:

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Todo está igual, la brisa, el cóndor, las caras sonrosadas de los niños;
los pastores con sus blancos cordones de ovejas por los riscos;
la montaña con sus hombres, como pájaros, persiguiendo
las “cinco águilas blancas” en estatuas de hielo convertidas.
El río corriendo siempre, por siembras y peñascos,
el hombre encorvado en su conuco hasta la muerte.[7]

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¿Qué traen estos acontecimientos a la exploración del poema? Carmen Delia Bencomo escucha lo memorable en lo cotidiano, lo cerca en su lenguaje para codificar las imágenes que imprimen en su tacto un dialecto luminoso.

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Rostro de soledad abre las ventanas a la introspección, aunque se vuelva un espacio íntimo, el planteamiento estético se va situando como un hecho transferible en la palabra. Fotografías de quien mira por el ojo de la sensibilidad, aunque escombros de soledad vengan y tropiecen con el cuerpo, la plegaria que se despliega al todo:

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Los nombres están escritos
con agua sobre el agua,
hay sombras entre las mismas sombras,
la fresca hierba es humo,
se ha cambiado en llamas.[8]

 

La poesía de Carmen Delia Bencomo sostiene el encuentro de lo humano con y hacia el mundo, son folios que abren puertas, hacen la llamada al interior y lo que se sustenta en él.

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Una voz sabia nos asalta cuando entre los versos dibujamos a una poeta que reconoce su permanencia entre aquellos campos del abrazo.

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Notas:
[1] Carmen Delia Bencomo. Con el camino (pág. 21)
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[2] Carmen Delia Bencomo. Con el camino (pág. 45)
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[3] Ídem. (pág. 23)
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[4] Ídem. (pág. 61)
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[5] Carmen Delia Bencomo. Balcones del agua (pág. 16)
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[6] Ídem (pág. 29)
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[7] Carmen Delia Bencomo. Rostro de soledad (pág. 13)
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[8] Ídem (pág. 20)

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Milagro Meleán.
Zulia, Venezuela. 1994. Estudió Letras Hispánicas (LUZ). Ha publicado en revistas literarias. Resonancias triviales (Ed. Palíndromus, 2022), es su más reciente publicación.  

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Los libros Con el camino (2022), Balcones del agua (2021) y Rostro de soledad (2023)
han sido publicados en formato digital por el Fondo Editorial Carmen Delia Bencomo, perteneciente al Instituto de Bibliotecas del Estado Bolivariano de Mérida.
Las obras pueden ser descargadas gratuitamente desde el catálogo https://carmendeliabencomo.wordpress.com/
La obra que ilustra esta publicación fue realizada por el artista venezolano TÁRTARO

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