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Dehiscencia

27 junio, 2020Víctor Manuel Pinto

Reynaldo Jiménez

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¿Duele porque cicatriza o porque duele, cicatriza? Angostura del roce
entre angustia y delicia. La autoconciencia, mala actriz, sobreactúa
el subibaja. Ahora sí. Ahora no. Quizá me salve esta vez. Quizá nunca más.

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Enamorado de los estratos, atravieso la confianza de una vena que surte
la mar de sacrificios con un toque de contradicción. La varita será mágica
mientras subsista el acto aliviado hasta del soporte y del portador.

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Apollinaire, «razón ardiente», la alegría con que partió a la guerra y regresó
con el cráneo trepanado. Y es curioso el sonreír que fechan, casi un descuento
de horas, foto del continuo separada, en alguno que otro momento de sus últimos.

:

Aunque aquella vanguardia se haya diluido en la contradicción oceánica, ergo
mucho más ampliamente, más trituradamente, incluso, infunde un símil sofoco,
aglutina a los devotos del entorno en esa llaga votiva,
pues revuelve mientras confisca nuestros nuevos actos.

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Adonde el arte fracasa, se renueva el surtidor en llamas de una fe de equívocos,
la de siempre pero con rostros del recambio, acaso en demudada sintonía
con una oscilatoria de signo: una vanguardia, el campo minado.

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Usurpan los estratos circunflejos por acentos sobre un tapiz de lámina indecisa,
adonde se conduce tranquilísimo el pavor, en el contrario sentido al de surcar,
como en el versus el buey bien solo mal se lame.

:

Se precesitan confluencias de calidades indecibles para un gramo de atisbo.
Las aliadas palabras se comportan según mandan. No se alisan por decir.
Al revés. Los ardores en flor de razón andarán hablando por sí mismos.
Por sí solos. De por sí.

:

Se escurren las evidencias y es tan cálido el contacto con las cosas que se produce
un corrimiento singular, asintomático de tal, en que la risa de hiena hasta hace
un segundo suplantaba la involuntaria, inviable condición, hacia la pánica
cosquilla caósmica.

:

Le salen infrabrazos a mis antebrazos en llagas, para dar todo un salto lacrimal, y
bucear en lo más hondo de ese párpado que observa, con sangre de acería, nervios
a plomo, la balacera interna del archisujeto de su acervo. En su alerta de arterias,
los brazos así de abiertos inventarían.

:

Con un salterio de la mente bien podría uno achicar el bajofondo que pulsea
por detrás de ese sinuoso reflejo de infrarrojos y ultravioletas que, apenas sensación,
espesan diluciones que la carne propaga. Y así se les va.

:

Se sublevan los efectos de las causas: tan cierto como que el péndulo no fijará la furia
sagital de los tormentos. Y sin embargo, por eso remismo, lo que arde no tiene más
razón, puesto que arde. La belleza del llagar sabe su lugar en llamas.

:

Es cercanía con el dios de la muerte que abscóndito guarece por detrás del rictus
actoral del diosecillo de la guerra, muy menor, en escala siempre y secuestrado
en su supervivencia o buena fe por las furias sin concilio ni concejo, por consejo
de ese fuego esqueléctrico entre corales del ardor.

:

Cuánto se retuercen los incendios en torno a esa lastimadura que se abriera, brecha
en la urdimbre de la jungla simultánea de la carne así reavivada en lo quemante, a
través del sensitivo multimembre, dispersan semillas de brasa. Más raro aun intentar
comprehender en un solo acto el extenso bostezo de esa ira inhumana del diosezno
regular y que regula.

:

Si en cambio aquel planeta paralelo, y porque, retobado, este lado se retoma,
sublevara sus estratos rítmicos alineándolos en una posición por única vez sola
en desdespliegue, junto a la maravilla inconclusa que nos concede al instante, quizá
este conjuro sin fin desapareciera.

:

¿Cómo el acto de magia cuando no ilusiona una retina o a filminas ebrias de sí,
del domesticado afán de asignar verdades concluyentes ahí donde apenas cabe,
mientras desborda a su supuesto, la mutación ensimismada de-en la llaga, que
siendo ardor en estado puro es un oído sólito de labios que peligran al contacto
de todos los contactos, en desdoblamiento infinito hacia la carne?

:

Infinito, puesto que dura. Infinito un roce, adquiere la agudeza de una picazón
irremediable, la cual lleva a la infección del movimiento, a la par que satura,
sin razón de ser y sin ulterior razón que se pudiera en cualquier sentido retener,
emanación de un ámbar a todas luces venenoso.

:

La cristalización rodea entonces al estupefacto recipiente de su doméstico tormento.
El tipo se acomoda a la circunstancia pero pifia en la relación que lo sacaría
del ensismamiento. El cual prefiere, sin saberlo o sin pensar acaso en ello. Párpado, larva.

:

Cuántas otras veces he intentado decir, sin oírle retorno, que el sobrecontacto
con los vivientes sostiene su razón abisal. Se envuelve uno en capullo silenciador
hasta que algo, en alguna parte, cede al abismo nutriente de ese vértigo. Porque hay
un abismo que la fobia interpreta a su manera y quién lo podría, en efecto, desmentir.

:

Se cocina la sensación en un rapto de sabinas, en un goce de distancias mezcladas,
apenas se pasa de este cuarto al otro, de la sombra fulminante al resplandor fulmíneo,
de la mirada del ser amado al espacio vasto de un microgramo de cualquier cosa, en cualquiera.

:

Basta con interrogar a los objetos para que devuelvan esa mudanza incontestable
a su vez que se disipa, apenas, cuando algún gesto retuerce y rebusca, porque sí, sin
premeditación posible, justo por eso, las verificaciones del contagio: la construcción
cuando cristaliza al diagrama, maquina secuestrar al habitante masadentro.

:

Ahí donde la herida se verifica, salta la llaga y es un rapto, la captura de un acto
enceguecido, dado que el sujeto deviene protagónico, indistinto de la sierpe irregular
que cicatriza. Tatuaje del destino, desde el cual en mala lengua se dice, se dicta, se
dictamina «está marcado».

:

Viene con el juego de los dobles y triples sucedáneos, mientras la justicia antilírida
se redime en su edificio inteligente, con balanzas retóricas de preparada martingala,
adonde el mago crepuscular se disfraza de soldado y en esa melancolía envolvente
retorna del frente con la cabeza vendada, como si de un vendaje de luces se tratase.
Sonríe ante la cámara cuando ya no está.

:

Alguna magia dolorosa, rito que no termina de empezar. La forma del prodigio
destructiva de sus eventuales continentes. La magia arrasa por bellezas inconstantes
como la parca rediviva a cada cambio de moneda en el mercado, entre los fructos
más tiernos de la tierra y la inmanencia tirando a alegre del gusaneo.

:

Si el tremendismo se ajusta a lo sísmico del ánimo aterrado, es porque se hacinan
con los miedos las preguntas sin término hechas de apuro, contrahechas
de puras terminaciones nerviosas, especiadas por esa comezón,
que qué rápido deviene ardencia.

:

La leña del sigilo no puede sin embargo con la carga desprevenida
del abismo. La rosa ígnea no es un lugar común sino la parte
carnal del archisímbolo, sin pretender con esto determinar un fijo
o un sufijo o un prefijo sujeto mágico. Lo quemante disuelve
la posibilidad del órgano metafórico en sustancias que se desplazan
y el sujeto hace fiuuuu.

:

La lava viene con la larva, la constituye, hierve la herida inatrapable,
apenas la intercepta ante el rayo premonitorio, los peores augurios
sobrevolando las cabezas insignes de los zombis, la altitud sin altura
en la natura que falta, hecha de faltas, sin una cita a la cual faltar,
ramitas de pira en panoramas de aromas alertas.

:

La dolencia asunto de piel, tejido que busca reunirse ahí donde los cuerpos
extraños ocuparon. Las bacterias de Atila en la corrupta singular de los espejos
que se disuelven al fin, ahora todos juntos, justo por carecer, ahora, de fin,
pero que el susto finito retiene todavía en su cápsula o capullo de signo singular.

:

Acaso la confianza en tal desaparición en lo unánime resuelva lo inaudito de esta
crisis de milagros que nos borra el sitio en que decíamos, hace un momento, estar.
Decíamos, retórica inveterada del equívoco, fiesta de fantasmas invitados al baile
de disfraces.

:

Adelante, proponen las salidas, y la duración simila un simulacro de perros
disputándose el residuo. La inocente mutación en una llaga en carne viva a lo
largo de un escalofrío de minucia supurando.

:

Pero ¿la flama del momento que se estira sin estructuras que situaran esta o aquella
constelación de los momentos inventariables se consume en ese derretimiento
de lo encendido y prendido? 

:

Acaso no haya contesta posible a esa impasibilidad casi de ausencia
en que la hoguera florece, contra cualquier silencio que provenga de los ojos,
o del tacto, o las vetas sinuosas del olfativo don, tan cerca ya de la bestia original.

:

Fuera del molde, se desatan los espejos de sus ocultaciones, fases ahumadas,
vestigios al canto de una llama impenetrable, extramuros del fuero liminar
adonde calzan del residuo las alianzas intermateria que danzan llanamente
al oligologofilo del alambre de la lumbre.

:

Aquello que lento cicatriza, con retrocesos facciosos de infección desviada,
como en un endicamiento de las prédicas subcutáneas en un proceso medio
mafioso de espesores por parte de las más arraigadas e indecentes evidencias.
Aquello que junta sin sumar los labios de la llaga, tan allegada cuan recién
venida, ya sin allegarse hasta el reborde se hacina entre los tajos.

:

Se corta un miembro, sale otro. Salen insectívoros feraces a deglutir la música
primate con este brillo de secuestro en pleno día. Ante los atónitos dispersos
por la fuga de esa música iniciática que gira en los espacios sin distancia.

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Entre un hiato y el subsiguiente se consigna esa víbora abisal que roe las entrañas
del suceso. La llevo en un costado que siempre es el otro costal, el que no llegas
a ver, el que se pierde en la soror música de los sorpresos.

:

Pero consume los sitios la propagación austera del incendio, esa implacable
quietud del inestable movimiento. Se podría uno preguntar si el fuego
no constituya de por sí una especie de vientre o ventrículo que danza
sin intervención de otros órganos.

: 

Órgano el fuego, pero ¿de cuál de tus cuerpos, mi alma? ¿De quién de tus sujetos,
de tus ecos de electrolocutado? Órgano impasible del ardor, cuya fijeza clava esa
garra alfilereada y tijeretante en los ínfimos escondrijos de la evidente piel. Alma mía.

:

El cutis espejismo de la hoguera, sutil como una muerte entrelazada a otro destino,
uno de fuera, un extranjero en pleno juego de confianzas, entre la marca
de aborígenes consuelos y la mordida atroz de la esperanza impávida
en su rito de ceniciento cieno.

:

Después de la catástrofe, subsigue el desasimiento de los vínculos, la entrada
en territorios siniestrados como en un campo deportivo en que los actos consumaran
a cada rato una implosión, que nadie, por otra parte, consigna, siquiera ve.

:

La veladura pánica siempre aconseja sordamente. Las cosas ganan su sfumato
hasta rabiar de risa, sacadas de casillas y encendidas novias de ventisca. Si los ruidos
se aglomeran por ejemplo por debajo de los muebles, es que vuelven de aquel sueño
atravesado en otro cuerpo.

:

Quizá esta vez no me toque todavía la pluma hechizante del desprendimiento. Quizá
esta vez no me roce. La luz premonitoria seduce con sus moarés de luminancias
insólitas, algas entrópicas que remuneran con un golpe de pestañas. Y ya. Y así. 

:

Y casi. Y conste que la punción de la que hablo no es pasionaria, aunque también sea,
sino una consecuencia agridulce de movicimientos incomprensibles a la salazón
del mediodía.

:

En campo miniado de la herida, en la lastimadura plenificada
por la proliquemante que rige las coordenadas con agudeza inevitable,
en la fuga de relámpagos que dimana de la llaga, en los labios
de lava, en el cuerpo puerco de magma.

:

En el corrimiento de los deslices de una microsensación que nada explícita,
como si no aconteciera más que en el desvío no menos invitante del rumor,
llega al Oído desde los órganos en asamblea plenaria, adonde una célula
cualquiera se lleva el aplauso de los fosfenos
que son las caras alargadas de las llamas.

:

Apenas entrar al recinto sin muros y los mirares se consumen
en la fatiga inacabable de los actos en tanto a lo bonzo en medio
del tráfico. Lo que se trafica allí es inconfesable. Toda suerte
de terrores gana la calle y salido de amasijo adeveras me adentro.

:

Acaso un casi último centelleo, antes de la dispersa lumbre de los giros,
asonando su deriva de fiebres. Alza en vilo al inmerso en su larvaria
disolvencia, cascada rabia sin primordio, precipita hasta el hambre estar estrella.

:

Del libro inédito: Kirlian

:

:

§

 

Reynaldo Jiménez. Lima, Perú, 1959. Reside en Buenos Aires desde 1963. Publicó: Tatuajes (1981); Eléctrico y despojo (1984); Las miniaturas (1987); El libro de unos sonidos. 14 poetas del Perú (1988); Por los pasillos (1989); Ruido incidental/El té (1990); 600 puertas (1992); La curva del eco (1998, 2ª ed. 2008); La indefensión (2001, 2ª ed. 2010); Musgo (2001); Reflexión esponja (2001); Papeles insumisos de Néstor Perlongher (con Adrián Cangi, 2004); El libro de unos sonidos. 37 poetas del Perú (2005); Shakti (2005, antología y traduccción al portugués por Claudio Daniel); Sangrado (2005; 2ª ed. 2017); Ganga (2006, antología por Andrés Kurfirst y Mariela Lupi); Plexo (2009); Esteparia (2012; 2ª ed. 2017); El cóncavo. Imágenes irreductibles y superrealismos sudamericanos (2012); El ignaro triunfo de la razón (antología de escritos de Gastón Fernández Carrera, 2013); Informe (2014); Nuca (2015); Piezas del tonto (2016); La inspiración es una sustancia, etc. (2016); Intervenires (2016); Filia índica (2017); Ello inseguro (2017); Funambular (2017); Antemano (2017) y Olla de grillos (2018). En 2019 salió el volumen I de su poesía reunida: Ganga. Traducciones: del portugués, Galaxias de Haroldo de Campos (2012, 2ª ed. 2013); Los poros floridos, Roza barroca y la antología Moradas nómades de Josely Vianna Baptista. (2001 y 2017); Catatau de Paulo Leminski (2014); Instanto y Palabra desorden de Arnaldo Antunes (con Ivana Vollaro, 2013 y 2014); El infierno de Wall Street de Sousândrade (2015); del francés, Espejo ardiente y otros poemas (2016), Renombre del amor y otras versiones (2017) y Praderas temporarias (2017), tríptico de versiones de César Moro, entre otros. Fue incluido en diversas antologías: Medusario (1996; 2ª ed 2010; 3ª ed. 2016), Pulir huesos (2007) y Antología crítica de la poesía del lenguaje (2009) entre muchas otras. Junto a la pintora Gabriela Giusti, creó y condujo tsé-tsé (revista-libro y sello editorial) entre 1995 y 2008. Jiménez es también corresponsal  de POESIA en Argentina. 

 

La imagen que ilustra este post se titula «3er. Inicio», de la artista venezolana Helami José Salas.

Etiquetas: Dehiscencia, Helami José Salas, Inédito, Kirilian, Poesia, Poesía peruana, Reynaldo Jiménez
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